Fotografía obra de Génesis Pérez
Vine a un jardín inmenso a pensarte
libremente porque se supone que te estoy olvidando. Es gracioso, ese olvido que
se hace difícil cada vez que recaigo en algún recuerdo nuestro, de los que
construimos. En el mundo que hay fuera de este vergel no me permito hablar de
estas cosas, debo parecer desinteresados respecto a todo lo que te concierne,
ello nuevamente por la necesidad de olvidar. A veces, sin embargo, necesito de
estos recesos, venir a este sitio intentando descargar emociones. Lo escogí
porque a menudo la naturaleza insiste en recordarme a ti, tal vez tú seas una
extensión de ella, supongo. Hojas secas y madera, por ejemplo, cuyo olor me
transporta al que destilaba tu cuello. También vine a curarme de las fiebres
que me han dado desde que ya no hablamos. Tengo tanto para decirte… tanto qué
contarte. En vez de eso debo confórmame con hablarle a esta fuente que escupe
agua clarita, como tú, y que de alguna manera siento que puede conectarnos. En
tal caso, si puedes escucharme ahora, debes saber que mi cuerpo ha empezado a
transformarse. En serio, mi espalda es arena, mis ojos mar, mi cabello palmeras
y mis pies corales. No te gusta tanto la playa, lo sé, pero verás, de esa forma
podré fusionarme con el caribe e ir hasta la ciudad portuaria en la que vives.
Quizás no me reconozcas porque llegaré con un sombrero traveller blanco, una
guayabera del mismo color y unos lentes oscuros. Apareceré frente a ti sin que
tú me hayas visto, te tomaré los cachetes y te besaré profundamente, con la
energía de mi alma, con todo este amor que ha estado encerrado. Será un momento
maravilloso, allí sentiré como la madera de tu esencia arde llenando mis
pulmones con su fragancia. Y no sé qué pasará luego, quizás reacciones y me
pegues una cachetada o me mires y sonrías o no digas ni hagas nada. Quién sabe.
Estos son el tipo de escenarios que normalmente no me puedo permitir pensar,
porque tú estás allá y yo aquí, tan separados, tan distantes. En mi caso soy
muy poco desde que no tengo la aurora boreal de tu pelo alegrando mis
amaneceres. Esas mañanas en donde decías que tenías cara de dormida mientras yo
alucinaba porque me parecías más bonita que nunca. La verdad es que el intento
por apartarte fuese posible si no viniesen los pájaros a cantarme con tu voz o
los atardeceres no se pareciesen al tuyo. ¿Ves? Realmente lo intento, pero es
complicado. Creo que ya quieren cerrar el parque. Olvide mencionar que este es
el mismo en donde te pedí casarnos sin papeles, qué mañana tan bonita fue esa.
Me iré entonces. Pero antes, una cosa más: te pienso, te extraño, te cuido, te
quiero, te anhelo, te susurro, te siento, te sonrío, te llamo, te tengo. Por
eso es que el olvido se olvida.