Nunca tuve mucho para darte,
solo mis palabras,
unos lentes oscuros
toda la ilusión de alguien que no tiene miedo a decir lo que siente.
Supongo que la razón es que no estaba preparado,
que en cada oportunidad llegabas a mi vida como una sorpresa.
Yo con tan poco,
mientras tú me dabas risas,
fuerza
e incluso el recordatorio de que se puede sentir una vez más.
Te doy gracias por eso, por todo.
Aunque pase el tiempo y nuestros hilos se separen,
seguiré aquí,
esperando para decirte otra vez que tu olor a hojas secas me gusta.
Para decirte que,
si lo piensas detenidamente,
cuando yo llegaba,
tú te ibas,
y cuando tú lo hacías yo me estaba despidiendo.
Por eso no deja de ser curioso que justo ahora,
que vivimos tan lejos de nuestros ríos,
estemos de alguna manera más juntos que nunca.
Se siente bien vivir en Osaka.