Caminando por la calle San Isidro,
en Santiago de Chile,
hago con la punta del dedo índice
una X sobre mi pecho,
La razón:
Para que no entre nadie más.
Pero en el camino
veo chicas de entre 27 y 29 años
con cabello negro
con cejas negras
con ojos negros,
como la noche con estrellas.
Y pienso que eres tú,
que has venido de viaje
y el destino nos junta por coincidencia.
Entras a mi pecho otra vez,
aunque este tiene una X,
entras a ese lugar con olor a madera húmeda
en donde se supone está mi corazón.
Y me quedo pensando
en los orgasmos que nos llevaron al cielo,
en las madrugadas en las que fuimos felices.
Pero ahora no hablamos.
Pero ahora, que seguro estás con alguien más,
alguien que nunca te querrá tanto como yo,
con locura y con pasión,
solo pienso en que quisiera tenerte enfrente,
pero no para decirte algo,
sino para compartir el silencio cotidiano de las parejas que ya llevan años.
Para caminar otra vez hacia el sitio en donde fuimos felices,
ese que fue nuestro nidito de amor,
nuestro lugar seguro.
Ese que, para mi tristeza,
no queda en San Isidro.