Cada palabra de amor


Cada cierto tiempo recuerdo que le propuse vivir juntos y ella respondió que sí. Eso me hizo sentir feliz, como un tipo con suerte. No estoy seguro si el pensar en ese tipo de cosas sirva de algo, uno se queda en la parada de los recuerdos sin que un nuevo autobús lo venga a buscar. Pero si me permito una vez más, al menos hoy, recordar lo que pasó entre nosotros, debo decir por cómo nos conocimos. Trabajamos en una casino que estaba en mitad del desierto, parecía una vida exótica y realmente lo era. La primera vez que la vi me impresionó: era inteligente, decidida, con carácter, todo eso sin dejar de ser amable. Esa primera vez la miré como se miran los sueños que nunca se harán realidad. 



Y los meses pasaron y yo me fui acomodando a la idea de que quizás, solo tal vez, lograría tener una oportunidad junto a su piel. Por eso me lancé por el abismo y sin darme cuenta logré aterrizar en sus brazos. Todo pasó en una noche de noviembre, única y bonita. Todavía no me lo creo, pero pasó, como pasan las cosas inesperadas. La miré a los ojos y le dije que me gustaba, que en realidad no era cosa de una sola vez, aunque no me creyese, le expliqué con todos los argumentos posibles que quería estar junto a ella. 


El tiempo pasó y vivimos más cosas inolvidables. Todavía la recuerdo con los atardeceres, con la luna y las canciones koreanas. Supongo que todo se trata de momentos cortos que nos acompañarán para siempre. Si pudiese decirle algo, por lo menos una cosa, sería que: en cada madrugada, todavía tiene a un loco que llega en sueños a su departamento con todo el amor de su corazón en las manos. Para entregárselo en cada beso, en cada cariño en el pelo, en cada palabra de amor.