Por lo general la recuerdo como alguien que conocí en una vida pasada. Y quizás sea así, después de todo, han pasado varias reencarnaciones desde que tenía 22 años.
En esa época era incauto, terco y soñador. Además, creo que no tenía la claridad de pensar dos veces las cosas y me lanzaba por el balcón de mis instintos sin importar golpear el suelo y estallar, solo quería disfrutar el tiempo en el aire. En ese escenario fatalista, de cubalibres con más ron que coca cola, de desvelos y risas fuertes, la conocí. Las formas en la que esto ocurrió, el tiempo que pasó, los recuerdos, las manos estrechadas y el cómo terminó, todo eso quedó atrás desde hace tiempo y la verdad es que son cosas que no vienen al caso. Lo comento de vez en cuando, sí, sobre todo cuando estoy borracho o me siento solo, pero no vienen al caso. En esos casos prefiero decir alguna reflexión sobre la vida y cómo se va tan rápido; sobre las personas y cómo no se olvidan; sobre el amor y la nostalgia de sentirlo cuando estamos cocinando y quisiéramos hacerlo para esa persona.