-Recuerdos, sombras y arena-


Fotografía de Víctor Alfonso Ravago

-“El cambio es constante y será participe en la creación de nuevos sucesos”, pensé eso mientras entraba en un trance de recuerdos y miraba mi reflejo en el espejo del baño- le dijo Máximo a Apolo cuando conversaban en la orilla de la playa en Cumana.


-Sí, es verdad- respondió Apolo- las cosas han cambiado. Pero creo que la tristeza por los días que pasaron y que no volverán es siempre superada por el temor a lo desconocido que trae el futuro. No lo niego, me asusta no poder saber qué pasará en los años venideros.

-No se puede hacer nada. Somos una nueva generación y debemos continuar sin dudas. Nosotros los jóvenes moldearemos el futuro así que no debemos temer a él- dijo Máximo mirando primero el mar y luego a Araya que se mostraba borrosa en la lejanía.

-Tienes razón, hay que seguir adelante- afirmó Apolo, empezó a sonreír y continuó hablando- ¿Te acuerdas de todas las hacíamos que hacíamos en el Puerto? A veces pienso que fueron muchos los días en los que fuimos felices entre toda la tormenta que vivía el país. Solamente el tenernos unos a los otros nos hacía olvidar la realidad. Cosas como esas no podré olvidar jamás.

Máximo también empezó a sonreír y respondió:

- Si, fueron momentos maravillosos. Supongo que así es la vida. Ahora solo puedo pensar en esos días deseando que el destino sea bondadoso y podamos volver a revivirlos, aunque en el fondo ya sé que eso es solo un anhelo desesperado imposible de realizar.

Se quedaron callados unos minutos y el sonido de las olas que bañaban la arena se volvió la canción perfecta de fondo. Luego de ese rato Apolo finalmente respondió:

-No pienses en eso. Hay que continuar, como tú ya dijiste, vivir de recuerdos no te permitirá seguir creándolos.

-Creo que te estás volviendo poeta, pero ¿Qué crees que vaya entonces a pasar de ahora en adelante?

-No lo sé. Solo espero que tantas vueltas en este laberinto puedan dejarnos un premio al final del camino, si es que en algún momento llegamos a terminarlo. Esta vida seguirá siendo una aventura digna de recorrer ¿no?

-Claro que sí,  para atrás ni para agarrar impulso. Somos jóvenes, tenemos sueños, somos del bando de los buenos (si es que éste realmente existe) y la harina no se ha acabado así que las arepas no faltarán.

Volvieron a quedarse callados. No muy lejos de ellos acababan de poner a sonar un radio y se escuchaba una canción de bossa nova alegre. Fue en ese momento en el que, tanto Apolo como Máximo, sintieron que su corazón se llenaba de fuerza, la valentía volvía y alejaba los pesares. Al cabo de un rato Máximo dijo:

-Creo que empezaré a creer en una nueva conclusión a la que acabo de llegar: “Las cosas podrán parecer que cambian, pero nunca totalmente. Siempre quedará algo que permanezca igual”. ¿Me acompañas en tal enunciado?

-Si te acompaño amigo. Creo que es tan real como los muchos días que vivimos con los demás, como todas los domingos de alegría, como los viajes a Margarita, como los paseos a la Llovizna; quizás nunca vuelvan esos momentos pero la felicidad que sentimos al recordarlos no cambiará nunca y vivirá en nosotros hasta que estemos tres metros bajo tierra.

Ambos miraron el mar y con el bossa nova de fondo disfrutaron del momento que, dentro de muy poco, pasaría a ser también parte de aquel conjunto de vivencias denominadas recuerdos. Pero ellos ya lo habían comprendido: así era la vida y debían continuar.

Máximo, perdido en el ritmo de la canción, no pudo evitar preguntar:

-¿Cómo crees que le debe de estar yendo a Nemilio? ¿Que estará haciendo ahora mismo?

Apolo se levantó, se limpió la arena y le ofreció la mano a su amigo para ayudarlo a parar. Luego respondió:

-No lo sé. Espero que esté bien pero la verdad no tengo idea de lo que estará viviendo. Quizás se cruzó con las ironías que este camino revela.

-Esperemos que la ironía se aleje de él. Por ahora, vamos por otras cervezas que éstas ya se acabaron y  está haciendo calor.