-No me la llevo con el drama de perecer-



Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño

No puedo estar más de acuerdo con lo que dijeron por ahí: “En las épocas de peores crisis es que surgen los desarrollos más grandes”. Vivimos tiempos difíciles. Quizás demasiado difíciles para darnos cuenta de su verdadera gravedad. Pero no me lanzaré yo mismo al olvido, no permitiré que factores externos afecten mi voluntad y todo lo que soy. Prefiero creer que nuestra generación traerá cambios a este mundo, porque es en los jóvenes en los que recae el futuro de las cosas. Por eso es que continúo, porque deseo fervientemente  que todas mis metas sean cumplidas por mis propios atributos.


Si nadie cree en mí pues tendré que optar por el método antiguo: creeré yo mismo en lo que hago. Aun aceptando el caso de que puedan existir las buenas intenciones, absolutamente todos buscamos lo mismo: quedar inmortalizados en la historia del mundo. ¿Pero acaso con el simple hecho de existir no estamos haciendo aquello? El mundo siempre se ha regido por contradicciones y paradojas extrañas como esta. Pero volviendo al tema del cual arranqué, la frase de que En las épocas de peores crisis es que surgen los desarrollos más grandes” (y me permito repetirla para reiterar su veracidad) solo me hace pensar en mi propia realidad. Yo soy un hombre que no se avergüenza de defender las palabras que de su boca salen. Entonces creo que si la frase es cierta, sin duda alguna habrán grandes próceres de aquella grandeza buscada por todas las épocas. ¡Ahora si pendiente todo el mundo! Porque si la inseguridad te invadió hasta los tuétanos y sentiste miedo a la amenaza de sobrevivir en vez de vivir, pues debo confesarte algo que muy en el fondo ya sabes: todas estas cosas no han hecho más que desarrollar tus ganas por vencer las adversidades. Ahora déjame adivinar: otra vez piensas que el que escribió esto es un completo loco que no piensa de forma realista. La verdad es esa, soy un loco, pero tanto tú como yo hemos sido parte de esa oración milenaria utilizada incluso por mi propia mamá en tantas oportunidades: “lo que no te mata te hace más fuerte”. Entonces es en un día cualquiera  cuando llega ese momento de claridad (en el que puedes estar comiéndote un pan dulce o simplemente echándote champú en el cabello) y de la nada aparece esa revelación magistral que pone la verdad ante tus ojos: siempre has sido lo que eres solo porque lo que te pasó pudo pasarte y te convertiste en lo que te convertirías. Ahí se debe que recalcar que no estoy tan loco aunque siga creyendo que Santa Claus existe, solo digo lo que pienso y solo pienso en aspectos que constituyen asuntos un tanto curiosos.

No tengo carro y a veces tampoco para el pasaje en bus, en otras ocasiones paso hambre por cierto tiempo y el dinero se va de vacaciones por largas temporadas. Aun así jamás me he considerado pobre o desafortunado. Yo soy un ser más que genera sombras y se cepilla los dientes antes de acostarse, es por tal razón que no poseo ninguna dificultad para llegar a ser lo que intento ser, para conseguir esa realización casi divina que constituyen nuestros sueños.

Fue entonces que me di cuenta, cuando aún tenía once años, que esos momentos difíciles no solo son necesarios como evaluaciones que busquen comprobar si somos dignos para lo que viene, sino que también actúan como motores que nos impulsan hacia nuestro verdadero potencial. Claro que hay que aceptar la relatividad que propone esta forma de pensar y es que, simplemente, no todos miran este suceso de esta forma. Sin embargo, yo no puedo entregarme a la amargura que suponen los momentos más difíciles del camino por dos razones bien marcadas en mi conciencia: primero no tengo tiempo de mirarme a mí mismo como la desamparada víctima de las maldades que este mundo propone (al decir “este mundo" no dejo de pensar que tal afirmación es una de esas curiosas contradicciones que surgen ya que nunca he visto a un árbol o a una piedra arremeter contra un ser humano. No es el mundo el malévolo sino los hombres con sus tendencias los que definen realmente una cosa como la maldad); segundo, y a pesar de que ésta es una opinión de mi constitución personal, nunca a través de mi vida he tolerado el drama de perecer ante las adversidades. Siempre he visto a las piedras en el sendero como meros segmentos pasajeros que no durarán, pero que si serán realmente importantes para el avance del individuo. Para culminar, te lo diré nuevamente porque siento que de repente no te ha quedado claro o porque no sentiste a la primera el impacto que yo sentí cuando escuché que aquel vagabundo (o quizás sabio disfrazado) decía: En las épocas de peores crisis es que surgen los desarrollos más grandes”.