Fotografía de Víctor Alfonso Ravago
Intentaré
explicar de una manera precisa todo lo que pasa por mi mente constantemente en
cuanto a cierto tema que nunca abandona a mi corazón. Así comienza esto:
Para
mí Ser es Ella la estrella de Belén. La pintura que nunca pinté está reflejada
en su expresión, en su sonrisa, en su cabello planchado que huele a flor.
Incluso en un pestañeo en el que tengo los ojos cerrados sigo viendo a
una musa con total claridad, a un ángel que se coló entre los humanos por
error. En sus palabras me resguardo y con una oración aparentemente simple, logra hacerme sentir en la gloria aunque esté siendo torturado por la cruel
realidad. Muy en mi interior lo sé: esto ya no es amor. Este sentimiento
ha logrado evolucionar de lo común, pudiendo trascender la barrera de la pasión
para convertirse en todo un universo, en el mío propio.
Son
sus imperfecciones las que la hacen perfecta para mi razonamiento. No encuentro
mayor fuente de luz que su mirada tranquila y soñadora que me trasmite alegría.
Toda canción de verdadero amor recae en el contexto que constantemente vivimos.
Yo sin poder componer por falta de virtudes musicales, me siento impotente al
tener que aceptar que no puedo descargar en una melodía todo lo que siento
hacia Ella. Sin más que hacer, solo puedo intentar describir con tinta y
en esté viejo papel lo que ocurre día a día en mi corazón.
Es
cada momento que pase a su lado una obra de arte. No puedo empezar a juzgar a
los demás mortales argumentando que en realidad ninguno de ellos ha conocido
una pasión como esta, únicamente porque sienta muy en el fondo que lo que vivo
con mi amada ya ni siquiera pertenece al reino de los humanos. Tampoco quisiera
parecer pretencioso pero simplemente no puedo evitar todo lo que me ocurre,
todo lo que siento, todo lo que gracias a su persona ahora soy.
Cuando
despierto Ella se encuentra a mi lado con su presencia que, debo confesar, me
trae calma. No está físicamente sino materializada en mis pensamientos y
enraizada en mi conciencia. De esta forma la veo igual de viva, la siento igual
de cerca con cada respiro y cada movimiento que hiciese si estuviese
presente. Entre todo lo que ya he mencionado, debo recalcar su poder
sobre las leyes naturales que en este plano intervienen, siendo estás alteradas
drásticamente por su Ser. ¿El porqué de tal afirmación? Simple: cuando está
conmigo el tiempo se detiene y deja de transcurrir, solo para que podamos estar
juntos aunque sea unos minutos más; el espacio, por su parte, también deja de
poseer sus características habituales porque (para esté sublime sentimiento que
comenzó a correr en una tarde de mayo) ya no existen distancias entre ambos
seres. Ella me lleva a donde sea que vaya y yo nunca concibo que a mi lado no
esté su presencia. Incluso en ocasiones de aparente alejamiento, logro percibir
su perfume de mujer y es allí cuando me doy cuenta que la separación es solo un
mito para nuestro idilio.
Cada
suspiro, cada sonrisa, cada aprendizaje e incluso el hecho de que yo siga con
vida, todo se lo debo a Ella. Es éste el momento cumbre en el camino de todo
hombre ya que entiende que su existencia no le pertenece sino que su poseedora
es la frágil doncella que le robó entre sueños el corazón. Mientras algunos se
asustan por esto y sienten temor de nunca volver a poseer lo que era suyo desde
el principio, yo me alegro de que el órgano palpitante que administra mis
emociones se encuentre en buenas manos. En las mejores manos de este mundo para
ser más preciso, en las más suaves y delicadas aunque tengan uñas pintadas de
colores brillantes.
A
su lado he logrado entender el porqué de la necesidad de plasmar de alguna
manera la concepción que poseamos del amor. La explicación es también bastante
simple: nace con el milagro de amar la querencia de comunicar a los otros que
tal cosa continua existiendo, que aún es posible encontrar la felicidad ante el
tacto de una caricia, ante el sonido de una palabra, o con la dulzura saboreada
en un beso largo y sincero.
En
ocasiones extremas realmente llego a creer que antes de Ella en mí estaba
únicamente la nada. Otras tantas veces pienso que si había algo: un cascaron
vacío que deambulaba por las calles sin rumbo aparente. Ahora eso por lo menos
si ha cambiado y poseo un sentido en mi existencia: pasar cada día a su lado
sin que importe el mañana o exista el ayer. Ya lo sé, soy patético por
depender de otro Ser, pero realmente todo esto se escapa de mis posibilidades y
de mi propio control. Ya sé también que muchos me mirarán con desdén por
profesar amor y mantener siempre con cara de ilusión, al intentar darle vida a
una mentira. Yo por mi parte mantengo firme, frente a esta circunstancia, la
pregunta que me enseñó a seguir mi tierra y su gente: ¿Pregúntame si me
importa? Con ella puedo demostrar mi irreverencia hacia aquellos individuos que
no comprendan nuestro amor. Mejor dicho, los que no comprenden la complejidad
de mi universo.
En
mi concepción está que el mayor de los martirios que pudiese llegar a mi
destino seria, sin dudarlo, su olvido. Tal idea me causa pánico, inseguridad,
ganas de dejar de vivir si así pasara. Un ser humano no puede mantenerse sin
corazón y, al ser Ella el mío, sin su presencia mi existencia no sería posible.
Pero la verdad no malgasto energías pensando en tales ideas. Lo que por Ella
siento es correspondido con tan solo una
de sus acciones, con su particular forma de hacerme sentir una persona especial
a los demás. Porque también debo mencionar ese detalle en esta confesión: desde
que Ella me acompaña ya yo no soy uno más del montón. Yo ya he comenzado a
lucir un brillo diferente en mi mirar. Un brillo que demuestra emoción y
alegría por estar vivo.
No
debo dar más vueltas a este asunto, al contrario debo simplemente aceptarlo:
Estoy enamorado.