Fotografía obra de Janmary Molina
Se dice en aquel libro viejo que
los seres humanos estamos hechos de barro y madera. Yo diría que estamos hechos
de un material más sutil, uno con mayor soltura y versatilidad: nuestra
constitución es de chicle con sabor a menta. Y a diario cometemos errores, unos
no tan graves y pasajeros, otros que dejan marcas en la propia piel. Pero muchos de los últimos, tan caóticos a
primera vista, terminan siendo claros en tiempos predecesores. Creo en el sacrificio de quienes darían la
vida por otros. En tales actos hay un tipo de virtud que va más allá de la
común. Pero no debo desviar el tema, estamos hechos de chicle y explicaré a
continuación el porqué de tal afirmación, intentando no parecer un loco o un
borracho que no es consciente de sus palabras. Es por nuestra voluntad. Ésta es
moldeable y completamente elástica ante los designios de su poseedor. A veces
lo confirmo, nuestra voluntad es el compendio de elementos que al final
hablaran por si solos de lo que el Ser realmente es; todo lo que en su espíritu
encierra. Por eso es que te digo esto a ti que lees esto ahora, alarga ese
chicle que llevas en tu propia esencia, hazlo más grande teniéndote confianza a
ti mismo, mantelo resistente ante la adversidad.
Aunque no me creas al principio,
igual debo decírtelo: yo creo en ti y en ese chicle que llevas por dentro. Sé
que tienes defectos y que cometes los mismos errores que comenté al principio,
pero yo lo siento y lo sé, tus buenas actitudes poseen una mayor cobertura que
las malas. El bien es tu norte, así es la naturaleza con la que llegas a este
mundo. Para no alargar más esta teoría que aquí propongo y en la que creo
ciegamente, solo te diré una cosita más: tal y como se pega el chicle a los
zapatos, has que tu voluntad se adhiera fervientemente a tus sueños, a tus
ideales, a todo en tu vida. Así veras que atraerás poco a poco todo lo que
deseas, porque es tu interior el que acondicionará al exterior que te rodea.