-Cien años ojeando-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Desde mi balcón se creó un universo y mi atención estuvo inmersa en todo el proceso. Más temprano que tarde, terminé por entender que el génesis de un acontecimiento es solo la reacción a causas anteriores efectuadas. En este caso, todo aquel espectáculo no sería más que el resultado de infinidad de otras situaciones que actuaban como un mecanismo perfecto y terminaban concluyendo en la nueva cosa. Aparecieron debajo de mí vista habitantes que se multiplicaban, todos llenos anhelos que realizar antes de morir. Yo solo continúe como un espectador omnisciente, sin demostrar sorpresa por cada acción que aquel mundo llevase a cabo.


Curiosamente, no tardaron en aparecer romances entre esa población que comenzaba. Al principio fue tanto el derroche de sentimiento expresado por cada víctima de aquella ilusión, que yo pude sentir que el amor continuaba realmente vivo. Sin embargo, la pena cayó sobre aquellas ilusiones y los enamorados cortaron sus lazos antes de que su historia llegara si quiera a ver las estrellas cuando se tomaban de la mano. El amor continuaba entonces oculto, seguramente sintiendo que aún no era el momento de salir a la calle para unir individuos para la eternidad.

Entonces se construyeron más obras de cemento y dejaron por fin de levantar casitas de barro. Se entiende al presenciar la construcción de una sociedad, que durante el proceso de crecimiento de ésta, surgen planteamientos de la nada para intentar dirigir los pasos de dicha población. Como siempre, el más inteligente tomó el poder y luego de algún tiempo se volvió loco con éste. No tardó mucho para que algún fulano comenzase a llamar “dictador” a ese ser que abusaba de su mandato. Sin embargo, todo el proceso común fue llevado a cabo: se formó una oposición impulsada por un líder, hubo una guerra civil, se respiró terror en el ambiente, la rebelión triunfó y lograron derrocar al tirano. Por supuesto, también terminaron por darse los acontecimientos seguidos a esa victoria: aquellos que llevaron a cabo esa revolución salvadora, enloquecieron por su posición y terminaron siendo peores que el loco anterior. Luego de que finalmente surgieron ideologías predecesoras a las antiguas y se pasó por el trauma necesario, el pequeño país continuo adelante con mejores sistemas de gobierno. Yo solo continúe mirando.

La naturaleza humana incluida por defecto no es el único factor que interviene en el destino del individuo, su propia y particular esencia posee al final el mismo peso. Tal cuestión fue sin duda, una de las cosas más bonitas de las que fui testigo durante aquella evolución. Pude saber al fin que aunque haya millones de habitantes y todos parezcan iguales, siempre daremos con los que desean moldear su mundo interno. Ese mundo es al final el resultado de aquellos sueños y querencias que nos impulsan a continuar. Ese mundo que habita entre cada rincón del corazón, se torna perfecto cuando ya han pasado los años y damos con él «porqué» de cada suceso vivido. Ese mundo me permitió dar con un último descubrimiento: lo que realmente tendrá trascendencia no será el espejismo de civilización que se cree o se destruya afuera, sino aquel que se moldee adentro de uno mismo.


En el momento en el que ya sonreía desde ese balcón en donde había presenciado todos los aconteceres de aquella tierra, fue que algo nuevo ocurrió: baje la mirada y di con los ojos de un niño que me observaba fijamente. Estaba sin camisa y descalzo, parado en mitad de la calle. Me gritó al cabo de un rato algo que no esperaba: « ¿Y tú que tanto miras? ¿Por qué no bajas? ». Era cierto, había llegado el momento de dejar de ver la vida pasar, era la hora de que yo también me abriera paso a través de ella.