-Micros muy ingenuos- Volumen I


Fotografía obra de Alejandro Hernández.

«Lo que me dijo».

Sí te cuento todas mis verdades no es para que las entiendas. Tampoco para que te contagies de su enfermedad. Lo hago por mero capricho y como si fuese un descubrimiento recién. Están las noches de blues que componen algo que va más allá de lo explicable. El susurro de una palabra. La tentación propuesta por esos labios. El sentimiento evidenciado en una acción que aparenta ser simple. Tanto de que hablar. Pero prefiero escucharte, intentar entenderte. Porque así desvinculo por un instante mi atención de todo el universo que se mueve dentro de mi mente.  

***

«Aún recuerdo».

El viejo me habló de muchos temas antes de irse. Me enseñó del tiempo y el espacio, de la creación y de la destrucción de las cosas, de los misterios y de cómo descubrirlos, de las oportunidades que nos llegan. No sé qué estará pasando en este momento en la vida de aquel personaje, solo espero que continúe siendo gracioso. La risa es, ante todo, un signo de plenitud. Sin tener que pensarlo demasiado, sé que una de las mayores lecciones que me pudo dar, fue encerrada en una frase: “El que quiere besar, busca la boca”.

***

«La pena».

Quizás todo lo que se ha hecho hasta ahora no ha valido la pena. Aunque claro está que entender la constitución de esas cosas que han “valido la pena” es algo muy complejo. En realidad, nadie puede asegurar nada ajeno. Uno es el jurado propio.

***

«El calendario solo tiene domingos».

Mientras tanto, los días se mantienen girando en torno a lo simple, terminan incluso por rozar con lo aburrido. Claro que no me quejo, solo me siento triste al aceptar que dicha condición depende de mí. Las mañanas se pasan volando, ya las tardes no se aprecian entre atardeceres, y las noches (antes monumentales) ahora son solo esquirlas que concluyen algo demasiado efímero. Entonces llega la monotonía que ahorca, que termina por eliminar todo anhelo de aventura. Nunca pensé llegar hasta este punto tan deprimente. En algún momento soñé con experimentar cada instante con particular emoción; tratándose éste de un evento irrepetible, deseaba hacerle honor a tal oportunidad. No he podido mantener ese compromiso, hoy soy solo una sombra que nada afecta en el mundo físico. Algo deberá cambiar para que yo pueda continuar.

***

«Belleza a la medianoche».

Se llamaba Tania y lucia por lo general vestidos y sandalias. Siempre con algo de qué hablar, siempre sabiendo qué decir. Entonces un día cualquiera, soltó algo impresionante desde sus labios pintados de rojo escarlata, algo que nunca podría olvidar: “Mira la luna, mira que grande está. Ese satélite continuará siendo el mismo a pesar de que tú llegues a cambiar la forma en que le mires. Exactamente lo mismo pasa con todo lo demás…” Esta noche la recuerdo más que nunca, queriendo encontrar la respuesta de si mi perspectiva con respecto a la luna continua siendo la misma.

***

«Sin devolución».

Me prestaron muchísimas cosas que no devolví. Lo siento, por supuesto, pero por razones importantes tuve que conservarlas. Aún guardo la esperanza que me dieron un par de zapatos porque con ellos podría llegar hasta las fronteras más lejanas. También tengo los buenos recuerdos con los que logro sobrevivir cuando la tristeza se desborda en los canales de mi memoria. Jamás he pensado en regresar la alegría que he encontrado hasta ahora, uno nunca sabe cuándo podría necesitarla. Eso, junto con algunos libros que admito no haber devuelto a sus dueños originales (¿Y quién no ha hecho esto alguna vez?), serian elementos que mantengo bajo un cuidado importante ya que conozco su verdadera importancia para mí.

***

«Oxido».
Entonces eso es esta tierra: solo metal oxidándose por todas partes. Esa ha sido desde siempre nuestra mayor característica.