-No pienso levantarme-

Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Seguramente es esta condición de joven la que me induce a tan enigmáticas meditaciones. Mejor seguir así hasta lograr comprender algo.


El país de afuera parece querer derrumbarse, mientras un millar de sus habitantes intenta sostenerlo. Su peso es muy grande, pero la resistencia mayor.

Objetos viejos que despiertan un universo de recuerdos que no llegan a saturar la memoria.

Muchas razones a las que dirigir los esfuerzos, todas justificadas, todas anhelantes de una oportunidad.

Intentar serle fiel a la naturaleza que trae el ser por defecto, pero a la vez luchar por mejorar tal sistema. Nadie es perfecto, nadie quiere serlo realmente, sin embargo es necesario mejorar.

La soledad es casi siempre mi única compañera, que no deja de tomar mi mano porque al parecer nadie más quiere hacerlo.

No puedo perder lo que nunca me ha pertenecido.

También he dejado de ser tan crédulo.

Mi pesimismo siempre ha ido de la mano con mi optimismo.

El amor continua presente y, al mismo tiempo, tan ausente como siempre. Nada podría darme mayores fuerzas que la mirada de esa persona. Ésta, por más efímera que sea, logra hacerme entender que todo tiene sentido.

Las sonrisas se vuelven inestables cuando la situación se complica. La situación no mejora, ese es el problema y todos lo sabemos. Las sonrisas también necesitan  motivos para ser desplegadas.

Un solo cambio es necesario: cambiarlo todo.

La esperanza que a veces se asoma y otras tantas toca esperarla.

El hambre que no necesita horario de oficina porque siempre está dispuesta a ejercer su profesión.

El tiempo que se cuela entre ilusiones. No puedo desperdiciarlo, pero a veces no entiendo cómo puede durar tan poco.

Mi corazón cobarde que se encoje ante el olvido.

Un baúl de cartas viejas que nunca fueron entregadas. No entiendo porque siguen ahí. Son sueños y uno siempre intenta aferrase a ellos con la esperanza de que algún día puedan salir del anonimato.

Un cielo rojo, azul, naranja… Todo por esta contaminación que entra hasta los pulmones pero que hace posible este hermoso atardecer que en realidad no debería existir.

Deseo que el arte continúe creciendo, quizás así tanta crisis haya valido la pena.

Una causa justa, sin temor a ningún arrepentimiento, sin ataduras.

La oportunidad de ser lo que nunca he sido, de viajar hasta el fin del mundo y regresar.

Ante todo lo admito: tu felicidad es lo más importante para mí, porque la mía es solo algo imposible.

 No soy nada, no tengo nada, solo está este suelo que me permite pensar tanto. Te lo recomiendo, acuéstate tú también en donde estés parado. Solo intenta no ser tan dramático como yo en esta ocasión. La vida permite la maravillosa oportunidad de que uno mismo pueda entenderla.