-En medio del desastre-


 Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Es difícil intentar expresar todo lo que se siente en estos momentos, no sabría ni siquiera por dónde empezar. Creo que lo mejor es ir al grano y no darle vueltas al asunto porque la situación lo merece. Venezuela atraviesa la peor crisis que yo haya experimentado de forma consiente en lo que llevo de vida. No se trata solo de un problema puntual, se trata de una variedad de factores muy grande que afectan a cada ciudadano por igual. Todos sufrimos la pena de no tener lo que merecemos, de no vivir como deberíamos.  Nos atacan los mismos problemas que se vienen desarrollando desde hace tiempo, porque sus soluciones que siguen sin llegar. Con la escasez de alimentos que lastima los estómagos, con la inseguridad que nos llena de miedo y nos niega el derecho a vivir con tranquilidad en nuestra propia tierra. Pero también con los precios altos, con la falta de medicamentos, con la censura y el silencio de los medios de comunicación. Sufrimos y volvemos a sufrir por una realidad que nos pertenece, pero que no  debería ser  “real”.


Constantemente se escucha esa frase que decimos para darnos fuerzas a nosotros mismos: “siempre se puede estar peor”. La cuestión es esa, que lo decíamos y todo empeoró, que la decimos y todo parece estar en vías a empeorar. Lo más importante y aterrador que puede estar pasando: ¡Siguen muriendo personas! No solo eso, ahora también los hieren, los capturan, los torturan…Todo por  la ola de protestas que se desarrollan y que solo buscan un cambio. Son venezolanos igual que yo, son hermanos, son amigos, no son solo cifras sin nombre. Todo está pasando mientras los que están encargados del poder siguen agarrados con más fuerzas que nunca a él. Solo Dios puede saber cuál será el resultado de todo esto.

Los venezolanos abrazamos el pasado, ese que mi generación no vivió y que aun así conocemos a la perfección porque las anteriores se han encargado de detallárnoslo. Sin embargo, los que aún somos chamos y hemos crecido en estas circunstancias, no queremos vivir más de los cuentos de nuestros papás, tíos y abuelos... Queremos sentir al país con la libertad de caminar por las calles sin miedo a la muerte o al robo, olvidar esa zozobra tan abundante en las estanterías cuando se va a comprar comida, dejar de creer que la  certeza de que irse del país es la única opción al éxito para nosotros mismos. Acá estamos luchando por este presente tan vertiginoso, tan violento, tan injusto; éste que a veces no nos deja dormir, éste que se muestra con una nueva tragedia cada vez que reparamos en él. Porque ya casi ni vemos el futuro y si de algo estamos todos seguros, es que nadie está seguro de nada. El futuro tiene ilusión, tiene el sueño de algo mejor que todo lo que está ahora, pero siempre cargado de duda. Este país tiene caos enmarcado por todas partes y en el medio una población que desea urgentemente lograr que las cosas mejoren.

Cuando decidí comenzar la sección de Erase una vez en Café y Arepas, lo hice siendo consciente de lo que representa en mi país demostrar abiertamente cierto tipo de ideología. Hay quienes se sienten identificados con esto que escribo acerca de la situación de Venezuela., a ellos quisiera mandar algo más que un mensaje de aliento, quisiera mandar verdadera esperanza. Y también hay quienes no aceptarán mi opinión, pero a ellos también aprovecho para mandar un saludo. Creo fervientemente que no importa en que nos diferenciemos, sino en que nos parecemos. Quizás ese sea el comienzo para comenzar a formar una mejor nación.

Puedo decir todo lo que pienso porque me siento en la potestad de hacerlo. Por supuesto, tampoco tengo miedo de llevar a cabo dicha tarea. Si por cuestiones del destino personas de otros países o nuestros compatriotas emigrantes (que para nada son pocos) llegasen a leer esto, quiero que entiendan que necesitamos su apoyo, que en Venezuela existe una problemática insostenible, que el abuso es la bandera de quienes deberían defendernos. Hasta que tantas cosas no cambien, continuaré transmitiendo en medio del desastre mis ideas por este espacio. Gracias a la vida por permitirme hacerlo.