-Conversatorio espectral-

Fotografía obra de Víctor Alfonso Ravago.

Quizás la mía sea una vida esotérica, dicha condición ha estado presente desde el comienzo. Esta vez llegó ante mí un fantasma, de esos traslucidos que no dejan dormir a nadie con sus lamentos. Arrastraba cadenas como si su alma estuviese pagando algún karma a través de la eternidad. Parecía melancólico, quizás extrañando cosas a las que ya no podía acceder debido a su condición. A pesar del miedo natural ante todo aquello, acepté sentarme a conversar con él. Pensándolo bien, todo pudo ser el desvarió de una mente con mucho tiempo libre, yo solo me limito a recordar sus palabras trascendentales:


“Estoy de paso, como lo estamos todos realmente. Pero eso es algo increíble, lo que cuesta es entender que la brevedad de nuestro cuento  nos obliga a sacarle provecho a cada experiencia. Vine para hablarte de verdades fermentadas que podrían emborracharte.  Ahora estamos aquí con un montón de cosas por hacer en la vida, continuamos creyendo en que la mítica felicidad posiblemente si exista y no podemos evitar querer llegar hasta ella. No nos detenemos porque las noches con lágrimas no logran empañar las mañanas de sonrisas. Eso está bien, creemos en los pasillos de nuestro corazón de laberinto que no cualquiera puede recorrer, en los paisajes soñados a los que queremos ir como único rumbo del viaje. Las idas y venidas de la trama son vectores de un destino que se extiende libremente. A través de él está cada silueta deseada,  todos los retazos de ese amor que parpadea en el corazón. Podrás ser, querer y hacer, pero eso dependerá tan solo de ti mismo. Porque transitas calles llenas de bifurcaciones entre la fantasía y la realidad, concluyendo al final que probablemente ambas sean lo mismo.

Yo entendí que fue el drama el que llegó a asesinarme. Por eso ahora solo pienso en lo verdaderamente importante. Como dar un abrazo sincero, o todo el conjunto posible que aparezca cuando uno se propone alcanzar lo imposible. Me hubiese gustado decirte todas estas cosas cuando aún permanecía en el mundo de los vivos, pero igual no las olvides ahora, quizás  así mi muerte no haya sido en vano”.


Y el espíritu se marchó con su levitar despreocupado antes de desvanecerse en el aire. Entonces lo supe, era el fantasma de mi conciencia que a pesar de aceptar su propia muerte, venía desde el inframundo para conversar un rato. Nunca antes un encuentro con lo sobrenatural había revelado tanto a alguien sobre sí mismo.