-La divagación de la Beba-



Fotografía obra de Efraín Rivera.

“Es como soñar ¿sabes?, pasa sin poder controlarlo pero reconociendo la existencia del hecho”. Eso me dijo ella que le ocurrió aquella vez, cuando todo le daba vueltas y parecía tener colores más vivos, justo después de haber bailado sintiendo que dicho acto era liberación pura. El éxtasis  por la emoción la había hecho entrar en un nuevo estado, ese que hace vibrar al cuerpo a través de pulsaciones sónicas. Se encontraba entonces en una dimensión distinta, desconocida, alejada de todo lo que estaba a su alrededor y de ese universo de personas que también se movían frenéticamente. Era una fiesta en la que en el medio de la pista de baile permanecía inerte esa muchacha de cabello negro. Qué raro le parecía todo aquello, y aun así, por fin empezaba a sentir que eventos significativos ocurrirían en su existencia.


Sin quererlo se empezó a mecer mecánicamente por la melodía de la música que sonaba de fondo. Entonces las puertas del cielo al fin se abrieron y salieron a través de ellas sus pensamientos. Divagó en lo que representaba su existencia para sí misma, en el hecho de que pudiera perderse y verse acorralada por dudas y desconfianza hacia su devenir, pero sin dejar de tener la certeza de que cada cosa resultase como debía. Ante esa idea sus sueños resucitaron y las ansias por realizarlos parecieron tatuarse en su alma, se volvieron tan reales  como su vestido celeste o sus sandalias de princesa romana. Finalmente fue reafirmada su voluntad, esa que era el resultado de cada lucha pasada.  La chica se sintió distinta, ni siquiera supo por qué venía a pensar en esas cosas durante ese momento, menos aún en aquel sitio y en ese estado tambaleante. Pero así fue, y prefirió no cuestionarse, solo disfrutar de esa nueva situación. En cuestión de segundos se propuso proyectos alucinantes, metas hacia la eternidad, la creación de nuevos mundos. Muy en su interior ya sabía que lograría cualquier cosa, que todo sería posible a partir de esas horas.

Y claro que el destino se comporta de formas extrañas, si ahora esa chica es mi chica y hace parte de mis ilusiones, si la conocí al chocar con ella cuando aún estaba en plena meditación logrando hechizarme con aquellos ojos oscuros. Ella, con sus cosas místicas del destino, no entiende que su belleza propia recae en tan particulares mecanismos de ver la vida. Y yo, que antes era tan común como lo normalmente común, también he empezado a tener divagaciones en medio de escenarios inverosímiles.