-Esencia condensada en espacio-


Fotografía obra de Génesis Pérez.

Fue así como decidí emprender un viaje a lo largo y ancho de esta casa.
Era menester dar con lo que resguardan las fronteras de mi hogar.
Fue una revelación aunque viviese en este rancho.
Aunque durmiese en su interior, descubrí que el verdadero sueño comenzaba al despertar.

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Recorrí el edén escondido entre las matas del porche.
En las hojas, pencas de sábila y florecitas, encontré inmensidades disimuladas.
Durante las madrugadas tuve asilo en el patio junto a algún cigarrillo fugaz.
Siempre con la pintura del exterior cayéndose por el tiempo y su fragancia a desconsuelo.

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En ese baño en el que tantas veces lloré encerrado, no encontré más que un espacio común.
Por supuesto, ya sin nada que lamentar, ese espacio carecía del mismo significado.
En los cuartos fui turista de la ropa en los closets y las gavetas que protegían secretos.
Tantos objetos del pasado, e incluso almohadas y cobijas con restos de estrellas.

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En el comedor pude revivir escenas con risas, esperanza, tristeza, y muy buenos almuerzos.
La sala con acuarelas y dibujos incoherentes que no sé quien puso allí.
Una biblioteca repleta de historias de otros puños y letras.
Las ventanas usando de filtro el sepia anhelante de lo hipster.

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La computadora reposando la pesada carga de ser el portal a la dimensión 2.0.
Zapatos emanando humo por tantas caminatas en busca de sueños e ilusiones.
En la alacena tan solo café y arepas, como si fuese el único alimento del cual podría vivir.
Polvo en el piso, telarañas en el techo y una guitarra que no llegó ser útil jamás.

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Es temporada de lluvia y por eso las goteras tienen mucho trabajo por delante.
Lámparas que dan luz a incontables desvelos.
Espejos por donde prefiero no pasar, no por miedo a ver algún fantasma,
sino por el encuentro con mi reflejo.

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Fotografías viejas con pasaporte a la nostalgia por lo que ha cambiado.
Esas inmortalidades producidas por cámaras son también consagraciones propias.
Extraño a los que dejaron este mundo, anhelo a los que permanecen lejos.
Pero sobretodo, procuro disfrutar de los que aun están aquí.

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Ya cansado por el viaje, prefiero subir al techo para tomar aire mirando el barrio.
Allí, pensando en tanto, comprendo que mi hogar es mi propia esencia condensada en espacio.
Es mi mundo dentro de cualquier otro mundo. Es lo que fui, soy y seré.
Por eso recorrerlo era necesario, como una forma más de dar conmigo nuevamente.