Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
Una vida en la que no se luche sería
quizás la cosa más irónica que pudiese llegar a encontrarse. La existencia en
sí, es y será por siempre una batalla sin cuartel en la que tarde o temprano
algo se ganará o se perderá. Así, en nuestra realidad cotidiana, combatiremos
por nuestros sueños, por nuestros ideales, por nuestros seres queridos, por lo
que creemos correcto, por amor o incluso por odio. Siempre viéndonos
enfrentados a diferentes enemigos que tratarán, al igual que nosotros, de
luchar. Seremos guerreros que con valor librarán arduos enfrentamientos con el
fin de conseguir la victoria de la felicidad, aun sabiendo que esta existencia
no es cosa fácil y que si de verdad se quiere una recompensa se debe saber
llegar hasta ella.
Al conocer lo difícil que realmente es luchar
por la realización de nuestros ideales y
querencias, muchos comienzan a flaquear por miedo a la derrota. Es ahí cuando,
en vez de continuar, optan por el conformismo y la mediocridad. Esto ocurre
porque el ser humano (debido a su naturaleza) se refugia en lo seguro y
estable, siendo cualquier cambio de entorno un peligro que la mayoría prefiere
evitar. Sin embargo, a pesar de todas las cosas en contra que se puedan llegar
a presentar, siempre aparecerán quienes se percaten de que sin sacrificio no se
puede obtener absolutamente nada. Ya sea
éste grande o pequeño, tendrá un resultado en nuestro destino. Por eso es que
todavía existen personas capaces de lograr sus sueños, porque se aferran a
estos con fortaleza y se van en contra del mundo entero si es necesario con tal
de realizarlos. No se dejan vencer ni a la primera ni a la última y simplemente
continúan hasta el fin para así tener una vida con la que se sientan
satisfechos. La lucha quizás nunca termine, pero eso no importa tanto cuando la
medalla al guerrero vale la pena.