-Mirando hacia mi ventana-


Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño

En mi mente, así como en la de todos los seres humanos, existen muchas personas. No todas se llevan bien porque discrepan en sus ideales y al conversar llegan a discutir, pelear y enojarse unas con otras con tal de demostrar que su ideología es la correcta.


 De esta manera, hay una de estas personas que es muy curiosa y que convive muy seguidamente con otra que es más dada a la simplicidad. La primera ansía con fervor la fama y la gloria de llegar a ser importante entre los demás, mientras que la segunda pensando en el mismo tema solo pregunta: “¿Y para qué?...” Ante esta respuesta Curiosa se defiende argumentando lo gratificante que sería ser conocido por todos en cualquier calle de cualquier lugar del mundo. Simplicidad se toma su tiempo y vuelve a pensarlo para luego terminar respondiendo: “Entiendo pero, ¿Para qué?”

Mientras una nunca se rinde y lucha constantemente por la materialización de sus anhelos, la otra se mantiene tranquila como si nada en este mundo pudiese causarle el menor impacto. Se ven las caras a diario  y Curiosa siempre está intentando hacer entender a Simplicidad que, de cumplirse sus planes, estos las llevarían a una vida fuera de lo común. Aunque la otra, como es habitual, nunca parece si quiera inmutarse manteniendo su mirada característica que despide serenidad.

Una vive en las nubes y solo piensa en lograr sus sueños. La otra es feliz disfrutando de un helado en un parque con muchos árboles. Cuando lo pienso detenidamente, ninguna es mala, ninguna es egoísta. Viven como piensan y se alegran de que así sea. Solo son parte de mí y logro entender que  al final, tanto curiosa como simplicidad, se complementan una a la otra, formando parte de lo que es mi Ser en conjunto con todas las demás personas que en él habitan. No importa que tanto se diferencien entre sí, de igual manera siempre seré yo quien tome partes de cada una para así moldearme a mí mismo.