Fotografía obra de Génesis Pérez
Mientras preparo el café
me siento más parte del
proletariado que nunca.
Podría estar lejos de
aquí,
mirando cerros verdes y
sintiendo lagunas frías,
tomándole fotos a la
lejanía,
creyéndome la ilusión de
que hago lo que me hace feliz.
***
Así, encerrado en esta
jaula, salgo en las madrugadas al balcón.
Es en ese momento en donde comienzan a llegar los recuerdos.
Las etapas de mi vida
brotan en mi cabeza como monte y culebras.
Muy adentro de mi mente
viajo hacia aquellos días en los que viví como un rey.
Un rey que usaba zapatos que se iban rompiendo
y que pegaba
con “pega loca”.
***
Todos los días camino por
las calles de una realidad que no me pertenece.
Quizás sea de uno de los
espermatozoides que no entró porque yo me entrometí.
Lo que sí sé es que soy
un hombre que disfruta al hacer reír a la gente.
Soy un flaco común que,
como todos, busca dejar una huella en el mundo.
Aunque presiento que esa
huella no será de tinta indeleble, algún día se borrará.
***
También presiento que me falta mucho por vivir.
Me faltan madrugadas que
trasnochar y demás de sueños por realizar.
Lo importante (si es que realmente
existen estas cosas) es que seré lo soy.
Aunque camine largos
senderos,
las suelas de mis zapatos
no se desgastaran más.
Ellos ya tienen
suficiente pega, tienen suficiente de mi fe.
***
Sin más en que pensar,
no escribiré por hoy ninguna otra cosa.
Ya es hora de actuar, de
intentar hallar el país del nunca jamás.
El mundo es una sinfonía.
Yo solo soy un violinista
que, sin partitura a la vista,
busca su escala y su compás, busca su sonido propio.
Un artista que da la vida
por la realización de sus ideales.