El sobrecito se parece a uno de
esos que traen té o jugos en polvo. Es de color amarillo y en el centro tiene
el dibujo de una rata que se está comiendo un pedazo de queso. Arriba de la rata hay una franja roja con
letras grandes y blancas que dicen “Campeón”, y debajo unas negras que advierten “manténgase fuera del alcance de niños”. El contenido del sobrecito es veneno
puro, del que mata en minutos y que es utilizado para erradicar las plagas de
roedores de las casas.
Carmen tiene el sobre en las manos, este no es para nada grande pero que es capaz de matar a un caballo. Las manos le tiemblan un poco y muchas cosas pasan por su mente. ¿Cómo ha llegado ella hasta aquel punto? Ya no puede recordarlo. Solo sabe que está en la cocina de su casa y que a su lado está César, su amante. Por fin pone el sobre en la mesa. Lo hace con extremo cuidado, como si se tratase de una bomba que podría explotar en cualquier momento. César solo la observa expectante y sin expresión alguna en el rostro. Después de que ella se tapa los ojos con las manos en señal de inseguridad por todo aquello, él por fin pregunta:
Carmen tiene el sobre en las manos, este no es para nada grande pero que es capaz de matar a un caballo. Las manos le tiemblan un poco y muchas cosas pasan por su mente. ¿Cómo ha llegado ella hasta aquel punto? Ya no puede recordarlo. Solo sabe que está en la cocina de su casa y que a su lado está César, su amante. Por fin pone el sobre en la mesa. Lo hace con extremo cuidado, como si se tratase de una bomba que podría explotar en cualquier momento. César solo la observa expectante y sin expresión alguna en el rostro. Después de que ella se tapa los ojos con las manos en señal de inseguridad por todo aquello, él por fin pregunta:
-¿Cuánto es suficiente para que
no tarde mucho en hacer efecto?
-No sé… como dos o tres
cucharaditas azucareras, supongo- responde ella sin dejar de taparse.
-Todo saldrá bien… ya lo veras.
Esto es necesario para que nosotros podamos ser felices- dice él tomándola del
hombro para darle apoyo.
-No lo sé, amor. Siento muchas
dudas acerca de esto. El corazón pareciera que se me quisiera salir por la boca.
-Tranquila, todo pasará rápido y
después del papeleo con el seguro ya nunca te faltará nada por el resto de la
vida.
-Para ti es fácil decirlo:
no lo veras caer o retorcerse por el efecto de esta cosa- responde irritada señalando el objeto en la mesa.
-Solo apégate al plan. Nadie
sospechará nada, todo el mundo pensará que fue un infarto lo que le dio. Confía
en mí.
-Eso espero, que todo salga bien…
tiene que ser así- dice Carmen mirando a la rata del sobre.
Así se siente ella, como aquel animal miserable.
Ha caído la noche. En
cualquier momento llegará el marido del trabajo y ella, como todos los días, le
tiene la cena lista en la mesa. La única diferencia en todo aquello es que el
café con leche de esa noche poseerá un ingrediente demás. Abre el sobre
utilizando guantes de látex y con una cuchara pequeñita saca tres porciones del
polvo grisáceo que vierte y revuelve en la bebida. Luego se quita los guantes y
los mete en una bolsa junto con el resto del veneno. Le echa dos cucharadas de
azúcar más a la bebida y esta parece completamente normal. Lo lleva a
la mesa y lo pone junto a la comida que
está en el plato. Todo está como de costumbre.
-¿No falta nada? No, todo está
completo- se pregunta y responde a sí misma.
El corazón se acelera como nunca
en su vida cuando escucha el sonido de la puerta abriéndose y luego cerrándose.
Ha llegado su marido y Carmen siente como la adrenalina corre por sus venas
cuando este por fin llega al comedor.