Fotografía obra de Génesis Pérez
Muchas noches bellas en las que
subía con mi hermano al techo de la casa. Disfrutar de la vista periférica, de
las estrellas y la luna era una obligación, mientras buscábamos un poquito de
brisa entre el calor anormal que recibíamos durante el día. Esos eran los
instantes perfectos para poder hablar. Nos volvíamos filósofos que, tomando
jugo de naranja y tirando piedritas al terreno que quedaba al lado, intentaban
buscar respuestas propias entre un mar de preguntas ajenas. Así Sebo fue un
verdadero maestro que logró enseñarme más que
todo el bachillerato junto. Si la memoria no me falla (y probablemente
si me esté fallando) aquella noche lo que dialogamos fue más o menos esto:
Sebo: No debes sentirte mal por
lo que ocurra o deje de ocurrir. La vida se da en un páramo que está lejos de
cualquier certeza. Todo puede pasar, pero ese todo tendrá siempre una razón.
Esa razón quizás no se sepa ni hoy ni mañana pero, en definitiva, estará sujeta
a esas leyes que nos rigen.
Yo: Háblame de esas leyes.
Sebo: Tu miras el mundo grande y
basto y puede que otros seres ni siquiera presten atención a eso, pero las
leyes están ahí para cada quien por igual. Sin importar la realidad de las
personas, si son ricas o pobres, si son de culturas extrañas entre sí o de
diferentes costumbres, las leyes son y serán siempre aplicadas sobre sus días.
Para eso fue que las inventaron cuando crearon esto que llamamos mundo, para
que por lo menos hubiese igualdad en una cosa entre los hombres.
Yo: Bueno entiendo, son para que
seamos iguales…
Sebo: Y para que no haya caos más
allá del que es controlable.
Yo: Aja, eso también entonces.,
para que seamos iguales y eso del caos, pero ¿Cuáles son exactamente las leyes?
Sebo: Ni yo sé cómo explicarlas.
Son varias, muchas, infinitas en realidad. Cada quien le da por inventarse las
suyas propias pero yo pienso que hay una que es estable siempre ante cualquier
cosa.
Yo: Habla de una vez, ¿Cuál es
esa?
Sebo: ¿Acaso estas apurado?
Bueno, tú ya la conoces, toda tu vida has escuchado hablar de ella: es el
cambio. Esa es una de las únicas leyes que siempre está presente en los sucesos
de esta existencia. Aunque pueda parecer que algunas cosas no cambian, llegará
el momento en que sea así. Los cambios son los que terminan dándole un poco de
diversión a nuestro desarrollo ¿no crees?
Yo: No sé, pero sí creo que a
través de la historia han cambiado muchas cosas. ¿Te acuerdas cuando éramos
niños y la vida era muy diferente? Creo que eso podría respaldar esa ley de la
que hablas.
Sebo: Yo la verdad ni se si es
una ley. Solo digo que es así para darle un nombre.
Yo: Hablando de todo un poco como
los locos: ¿la comida también cambiaria? Porque sinceramente no me gusta la
idea de estar comiendo cosas nuevas que no conozco.
Sebo: Bueno supongo que eso
también se vería afectado. El cambio es bueno por naturaleza, no porque lo que
se haga deje de ser malo si así lo es, sino porque se está ejerciendo un
movimiento constante haciendo que nada sea inmutable.
Yo: Movimiento constante… Es
cierto, ni las leyes de los hombres o incluso los pensamientos de estos, han
sido eternos. Cosas de mayor magnitud como el bien y el mal, el amor y el odio,
los ideales y las pasiones, también se han mantenido en ese movimiento
constante de alguna manera. Tú hablas como si supieses lo suficiente del tema,
¿ha cambiado algo trascendentalmente en tu vida?
Sebo: No, la verdad no. Todavía
soy muy joven y aparte me ha gustado lo que ha venido pasando en mis
aconteceres. Pero acuérdate que uno no tiene que vivir las cosas para conocer
de ellas.
Yo: ¡Ah sí! A eso se le llama
vivir de la experiencia ajena.
Sebo: Exacto, eso mismo. ¿En que
estaba? Bueno si, llegará el punto en el que ni tu nombre se conserve igual.
Todo lo que somos o tenemos terminará por culminar para dar paso a otros
elementos.
Yo: Eso no me agrada del todo.
Los seres humanos estamos acostumbrados a acostumbrarnos. Nos gusta algo fijo.
No es bueno para nadie sentir que un cambio puede darse en cualquier momento,
alterando de esa manera el mundo que él mismo ha armado.
Sebo: Tú siempre eres capaz de
sorprenderme con las cosas con las que sales.
Es muy cierto lo que acabas de decir. Tan cierto que ante un evento
difícil como la muerte inesperada de un ser querido, a muchos se les derrumba
ese mundo propio que tu haz mencionado.
Yo: Entonces, ¿Es mejor no
acostumbrarse a nada para que cuando eso cambie no tengamos que sufrir por
ello?
Sebo: No, tampoco creo en esos
extremos. Solo deberíamos vivir…
Yo: ¿Vivir? Sí, me agrada
escuchar eso. ¿Vivir cada instante como si fuese el último?
Sebo: Vivirlo como si fuese el
único mas bien. Disfrutar de ese invaluable momento que en ese momento
pareciera que nunca va a desaparecer, aunque muy dentro de nuestro corazón
sepamos que así será.
Yo: Entiendo, es muy cierto lo
que me dices. Creo que a partir de ahora estaré más pendiente de esa ley del
cambio. Sentiré más los momentos que viva e incluso, probaré comida nueva. ¿Qué
te parece?
Sebo: Muy bien hermanito, te
felicito. Yo también haré lo mismo a ver qué pasa.
Yo: Mira pero tengo una última
pregunta: si el cambio es constante y va atado a todo en la naturaleza,
¿llegará el momento en que el mundo entero cambie? Me refiero a algo que sea
radical y que altere completamente lo que conocemos hasta ahora.
Sebo: Supongo que después de todo
lo que te he dicho sería ilógico que te negase que algo así pudiese pasar.
Simplemente no lo sé.
Yo: Bueno creo que eso si asusta
bastante a cualquiera. Lo mejor será que nos bajemos de acá arriba, ya es tarde
y es hora de dormir…
Realmente eran maravillosas esas
noches. Ellas también cambiaron así como lo establecía el tema central de lo
que hablamos en esa ocasión, pero aquí sigo yo, conservando por lo menos mi nombre
y las ganas de escribir lo que El Sebo me trasmitía.