Fotografía obra de Génesis Pérez.
A pesar de que la carga del cansancio
ya está atacando, aún me encuentro acá queriendo soñar. La vida nos muestra tantas maravillas en su
desarrollo que terminamos concluyendo con total seguridad una variedad de cosas
muy limitadas. Todo evento empezaría por una acción, toda acción por una
decisión, toda decisión por la conjugación de un deseo y un pensamiento; esto
en conjunto para dar como resultado un determinado escenario. Han pasado muchas
noches desde que yo entendiese (después de muchos malos ratos y diversas
lecciones aprendidas) que de esta forma se mueve el mecanismo de la historia.
Pero somos jóvenes todavía, en espíritu y convicción poseemos la misma chispa
vital con la que hemos empezado. Esa fusión exitosa de elementos poco
entendidos es la que nos llevará a alcanzar lo bonito de nuestra odisea propia,
ese clímax deseado en el que nos reconozcamos a nosotros mismos como seres
felices.
Habiendo tantos factores en el
transcurso de los acontecimientos, es lógico que lleguemos a entender el porqué
de la locura humana. Pero también está el hecho de que seamos víctimas de
nuestra fascinación por truncar nuestro camino a base de dudas. Reconociendo
desde un principio las variantes negativas que podamos llegar a encontrar, es
propio de un individuo que posee valor no prestar atención a nada y arrebatarse
ante el peligro de soñar con fe. Porque esa es la verdadera fe, la verdadera
esperanza: creer en lograr todo lo que pueda pasar por nuestro corazón sin
importar el hecho recurrente de que terminemos por fracasar. ¿Qué importa el
fracaso? Esta es una sola vida, hay que aprovecharla sin miedos a lo
desconocido. En el devenir de la historia ya han debido de haber demasiados
seres encapsulados en realidades infelices a causa de sus propias
inseguridades, no hace falta que hayan más.
¡Que bueno sería pasar todo un día
viendo las nubes pasar! Las maravillas de este mundo quizás nunca acaben si
continuamos prestando atención a lo más simple y sencillo. En esta madrugada de
estrellas fugases que hacen encandilar mis esperanzas, puedo volver a ver mis
manos y captar que en realidad éstas pueden lograr cualquier cosa. Persiguiendo
esa verdad es que se llena mi corazón de nuevas fuerzas y comienza a bailar. Las
personas que viven en mi cabeza llegan al fin a una decisión unánime: alcanzaré
todos lo que me proponga. La verdad única de las cosas se moldeará a nuestra
propia concepción de ésta. La mía propia ha surgido por si sola y ha logrado
hacerse un sitio en mi conciencia. Por eso y por todo lo demás, no importaran
los males existentes, solo el hecho de que yo viviré felizmente mis días
siempre y cuando pueda desarrollar en éstos mi propio destino. No habrá nada más
que decir pero si mucho que hacer. Los fuegos artificiales al fin están iluminando
el cielo del porvenir.