Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
Sé que a veces te molesto con
tantas palabras, con tantas letras salidas de una boca que se seca porque el
calor sofoca.
Con calor me refiero a esta lucha
sin sentido que llevamos desde hace tiempo,
que a ningún lugar nos lleva, que desgarra nuestras ilusiones por el
simple hecho de que buscamos otro tipo de vida. Entonces ¿Qué irá a pasar con
todos esos esfuerzos si mañana resultase ser el fin del mundo? No creo que, ante tal desenlace, continúen
importando las razones de nuestros ejércitos.
Con ejércitos me refiero a
nuestros ideales, a nuestros caprichosos sueños. Los míos ya están por el suelo,
pidiendo misericordia y una que otra moneda de un bolívar. Pero no podía seguir
siendo un aventurero que caminase por el centro con los ojos cerrados. Era
necesario que los abriese en algún momento y que me diese cuenta de que
existían elementos que escapaban a mi realidad; tales como los viajes que aún
debo hacer, la gente con la que debo hablar, las sonrisas que sonreír y las miradas
que dirigirle al amor que me ha traído el destino.
Con amor me refiero a esa
sensación recordada que erizó la piel ante alguna acción que por parte de esa
persona viniese. En tal caso, dejan de haber significativos reclamos ante
el sentido que posea nuestra vida. Solo
nos alegramos de estar aquí y ya. Es que quizás estamos locos por naturaleza y
es el amor una droga que nos impulse a la expresión desmesurada de juntar
nuestros cuerpos sin ropa; sin temor a morirnos en los brazos del otro. Es la
pasión un espectro visceral.
Con lo de espectro visceral me
refiero a toda esta farsa que vivimos como sociedad. Como alimentamos fantasmas
del pasado hasta lograr no solo revivirlos, sino llegar incluso a darles
supuesta inmortalidad. Porque matamos un impulso hacia adelante cada vez que
miramos hacia atrás. No quisiera parecerte un monstruo por pensar distinto. La
verdad, el hecho de que concibas verdades absolutas dentro de tu vocabulario no
es tu culpa. Es culpa del vendedor, por inducirte a adquirir un producto que ha
sido todo, menos de buena calidad. Me entristece un poco oírte cantar hacia el
cielo tantas canciones sin mensajes reales. Como ya dije, es culpa del
vendedor, que ni siquiera te enseño la verdadera melodía oculta tras cada coro.
Con melodía me refiero a que
ahora sí me callaré. Sé que es un poco contradictorio, pero ya no pienso en
cosas ilógicas como lo hacía hace unos años, yo ya he visto tantas cosas que la
sorpresa no cabe entre tantos trastes. Quiero que sepas que, desde luego, continúo
pensando en el velo infalible de nuestra esperanza. Tan llena de partículas
propias como el ADN que nos compone. Callaré no por opresión, sino más bien por
decisión propia. Como ya se han acabado las noches de fiestas que vivimos hace
tanto, hoy solo me queda rememorarlas como a un
rompecabezas contenido entre mis reminiscencias. Chao, espero que todo
salga bien. Con eso me refiero a que cualquier cosa puede pasar en este planeta.