Fotografía obra de VARL Photography.
Sábado de fiesta otra vez. Pestañeo y ya voy en camino hacia el sitio, mi concentración divaga
por la expectativa hacia lo que ocurrirá. Mientras esa noche es aparentemente
común para muchos, algunos otros sentimos que somos estrellas girando en el
universo. De nosotros dependerá el brillo que emanemos.
Ya he llegado al sitio y solo
percibo un eclipse en mis ojos producido entre la adrenalina y la emoción. Más temprano
que tarde lo demás dejará de importar y
las explicaciones no tendrán sentido. Solo está la música que parece algún
tipo de alucinógeno y que nos lleva a la gloria.
Bailar sin parar ya no es solo una opción, es el todo con el que podemos
sentirnos libres. Ese factor (la libertad) en este momento se vuelve un
concepto extraño, ¿acaso no siempre somos dueños de nuestro destino? Sí… Pero
este es otro tipo de experiencia, una que solo es producida por circunstancias especiales. Es la libertad a la que nos induce el clímax de la
situación y cada pulsación de euforia
recorriendo nuestra conciencia.
Sé que tengo que aprovechar esta
locura, que debo tener claro que no será eterna porque el reloj va
asesinando los segundos restantes. Llegará el momento en el que toda esta ilusión
llegue a su fin. Mientras tanto, la hermosa mujer que me acompaña continúa
bailando en frente de mí sin preocuparse por el tiempo que queda. Mantiene sus
movimientos frenéticos que no paran de hipnotizarme y que me hacen sonreír
haciendo que el delirio roce con la felicidad. Siento su tacto cuando en pleno éxtasis
tomo su mano; huelo el perfume de su cuello cada vez que se acerca; saboreo sus
labios cuando por fin, en un momento de alineación galáctica, ambos sedemos
ante la maravilla de un beso. Todo siendo aún acompañado por el sonido de esa
música que estremece nuestros corazones. En fin, mis sentidos están a punto de
colapsar por el conjunto de tantas maravillas.
De repente ya se ha extinguido la
magia y hasta ahora es que vengo a notarlo. La sucesión de buenas canciones se
ha terminado y mi pareja de baile ya se ha ido. No importa, la volveré a ver e
incluso me atrevo a decir que viviremos circunstancias así de increíbles nuevamente. Ahora estoy caminando junto a
algunos amigos por una calle que está en una subida. Deben ser las tres de la
mañana o quizás ya falta poco para que amanezca. Reímos como si la alegría nos
alimentase; tal vez en ese escenario
realmente sea así. Ahora, cuando hay mareo etílico y algunas frases
incoherentes, muchísimas cosas dejan de tener verdadera importancia. Tanto dan
los aparentes dilemas que el mundo o cada uno de nosotros esté enfrentando.
Ya por fin estoy en mi casa y
efectivamente el sol está por salir. Hago un recuento mental de lo que ha
ocurrido, aunque la memoria resalta algunos momentos sobresalientes. Entonces
entiendo que aquella madrugada vivirá entre mis recuerdos durante los días,
meses e incluso años venideros. Todo porque en ella pude sentir un pedazo de
luz escondida en plena noche. Únicamente queda sonreír un momento abrazando esa
soledad fugaz e ir a dormir tantas horas se pueda. Después de todo, ya la fiesta
se acabó y solo quedan fotografías que aseveran retazos de lo ocurrido. Es
domingo otra vez.