Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
A pesar de retroalimentarme de la
esperanza que yo mismo formulo, llego a pensar que todo esfuerzo será siempre
en vano, que el final decaerá nuevamente en la misma tragedia. Lo más rápido
que puedo, intento alejar tales pensamientos, apenas acabo de montarme en el
bus y no quiero que mi trayecto termine en depresión. Afortunadamente conseguí un asiento libre en
el viejo armatoste que me transporta, por lo menos no tendré que ir parado como
comúnmente ocurre. Me recuesto a la ventana y me sumo en un nuevo mar de
pensamientos. Siempre he creído que en momentos tan comunes como estos, es en
donde en realidad podemos inducir nuestra mente a la verdadera meditación.
Tantas cosas afligen a este
corazón inseguro y tantas otras lo incitan a continuar. Tantas fuerzas opuestas
chocando sin parar, hasta que finalmente la que enviste con mayor contundencia
termina ganando el control. De esa forma nacieron mis impulsos y sueños, mis anhelos
y decisiones. Ahora la situación es un poco más compleja: pareciera que nada me
motivase en lo absoluto. Se demuestra claramente la poca confianza en el
liderazgo que he llevado hasta el momento. Entonces salgo de aquel trance de
patética aceptación, cuando el vehículo en el que voy frena en seco y se le
oyen decir al chofer algunos insultos a otro conductor de las cercanías. Ningún
pasajero presta gran atención, solo el “colector” da la razón a su compañero mientras
cuenta billetes.
Vuelvo a prestar atención a la polis
que se va mostrando ante mis ojos. Ésta guarda una historia que yo quisiera
conocer en su totalidad, sin embargo ese tipo de secretos son reservados
únicamente para la tierra en la que se llevaron a cabo. Crónicas de guerras
libradas por razones valerosas o actos nobles que esconden una belleza
característica de nuestras latitudes, cosas así deben de sobrar por aquella
selva de cemento, todos olvidados por el paso de los años. Ahora lo creo: nadie
recuerda tantos detalles. Yo quisiera conocerlos, a ver si así logro introducir
inspiración a este baúl de querencias que siempre se hace presente aunque
intente olvidarlo.
Quisiera darle más de mí mismo a ese
barrio que veo pasar; más a esta que es mi ciudad, a este que es mi país. No
puedo hacerlo sino desde la minúscula posición de ciudadano común, sabiendo muy
en mi interior, que en realidad así poseo mayor poder e importancia que
cualquier líder o ente que esté al frente del mandato. De todas formas, en la epidermis
de mi conciencia, aparece decretada la inferioridad ante toda situación de
trascendental importancia. Vuelvo a percatarme del pesimismo colado entre
palabras que expreso a mí mismo. Intento cambiar nuevamente de ideas, a nadie
le gusta andar transpirando penas con este calor sofocante.
Miro mi reflejo en el cristal de la
ventanilla. Al principio no logro reconocer algunos de los rasgos mostrados,
¿Cuándo es que se fue la niñez tan presente en mis recuerdos? Pareciera que perdí
el valor de cada acción, no supe apreciar que era vida lo que transcurría detrás
de cada día y cada noche. Entonces curiosamente ocurre algo en mi interior: un
mecanismo de salvación se activa y yo, como tantas otras veces, vuelvo a sonreír
ante mi propia tragedia. Al fin y al cabo, todavía estoy respirando y albergo
energías de reserva, no todo está perdido. Simplemente ahora doy con esa parte
que me empuja a superar todo lo malo. Acabo de abrir ese “en caso de emergencia
rompa el vidrio” que se esconde en un rincón del corazón y es una de mis
opciones ante el desespero. No se trata de otra cosa sino recordar que todo va
a salir bien. Este camino que ahora recorro dentro de un bus desconocido, será
un pedacito más en todo el viaje. De todas formas queda mucho por recorrer
todavía.
Pido que me dejen en la parada próxima
cuando ya el transporte recorre el centro de la ciudad. Pago el pasaje, me bajo
y empiezo a caminar. Se hace vigente el principio que ya he comentado: esa
clase de momentos comunes son ideales para meditar. Entonces recuerdo que entré
al vehículo con frustración e incluso ganas de huir a otro sitio que estuviese
muy lejos. Ahora, tan solo a 20 minutos de recorrido después, logro caminar sin
pensar en tanto pesimismo. Quizás muchas cosas se solucionan con una ida en
bus.