-Tres puntos suspensivos y aparte-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Ya no distingo entre lo real y lo etéreo, entre el café que ahora estoy tomando y la forma de una nube que vi cuando era niño. Ahora todo se torna tan confuso, tan inestable, tan lleno de mareos que van y vienen por querer encontrar respuestas esquivas. ¿Por qué tuve que nacer con esta forma de ser? Esa interrogante se vuelve en ocasiones el pan de cada día, en otras oportunidades simplemente me da igual. De eso, de mi propia inestabilidad, intento cuidarme siempre que puedo. Ahora no queda de otra sino verme al espejo e intentar descifrar algo que si sea estable. Algo que me impulse a reinventar este nombre que otros escogieron sin preguntarme. Esta herencia que llevo en la conciencia por haber nacido en este pedazo de tierra. Esta época que me tocó vivir y con la que no me siento mal, pero que tampoco me complace completamente. Ahora que lo pienso, probablemente esa podría ser la cuestión: mi inconformismo está llegando a niveles preocupantes hasta para mí mismo.

***

El tiempo se va y no vuelve. Ese sería un buen comienzo para el apocalipsis de toda esperanza. Ahora que no puedo ni siquiera distinguir entre ramificaciones tan concretas como el pasado y el presente, creo que entiendo cómo llegamos a marginar al futuro. Ese es otro espectro, el futuro. No cabe duda de que ya no confiamos en su ilusión. Todo porque no tenemos razones suficientes para aseverar que no moriremos en el siguiente minuto. Así de delicado es esto que llamamos vida. Mientras, solo pienso en la mejor forma de poder entender las verdades que se escapan a mis pensamientos. No creo que solo de esto se trate existir, creo en algo más digno. Es ahí, entre ese pensamiento que desea fervientemente incrementar mi valor, que logro vislumbrar la silueta del espectro del futuro. Solo queda creer en eso, en que sí existe y en que podemos llegar hasta él. Me refiero claro, al futuro ideal que se merece todo aquel que lo busca.

***

Ya creo que todo el miedo va quedando atrás. Tal y como una grave enfermedad, solo quedan sus más fuertes síntomas. En mi caso, el color pálido producido por el pavor a los sueños va desapareciendo. Lo real en cuanto a esto es que hasta hace muy poco este cuerpo, esta mente, esta alma, realmente me pertenecía. Yo era parte de una masa de gentes que va y viene sin reír, sin anhelar, sin creer en algo que va más allá de lo que ocurrirá en la siguiente hora.  El fantasma de la tristeza ha sido exorcizado y creo que el comienzo es parte trascendental ante todo el proceso. No soy nada, lo soy todo, solo es cuestión de que así lo crea, de que así lo sienta, de dar mi vida si es necesario por defender tal idea. Así es esto de verse a uno mismo como un protagonista y no un actor de reparto.

***


Ahora que esta adrenalina desbordada, generada por el entusiasmo,  por fin empieza a aminorar su efecto, logro distinguir que es este café lo que me pertenece, por ser parte del ahora que me rodea por todas partes. Sin embargo, esa nube que vi durante mi niñez también constituye de igual forma una parte de mí. En el futuro quizás combine ambas cosas; una nube con forma de taza de café quizás. Me refiero a que ahora soy un hombre nuevo moldeado a base de uno viejo. La imaginación ya acecha y de no satisfacerla morirá. Hay que dar más de lo que se dio, percibir cada momento sabiendo que éste es único. Cada detalle importa. La alegría es esencial. El amor es esencial. La canción que inspire es esencial. Todo para lograr vivir con plenitud, así caigamos de igual forma en la desgracia algún día…