Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño
La madrugada está en pleno
transcurso y yo solo intento despejar tantos pensamientos. Los dolores de
cabeza van y vienen, últimamente éstos han
sido un mecanismo de la mente para intentar parar el hecho de que yo me vuelva
loco. De repente ese hecho ya ha ocurrido y la locura que intento evitar
termine siendo la cordura que mi lógica no logra ver; simplemente nada está
claro. No he podido dormir bien porque el mundo de los buenos sueños me esquiva
constantemente y por lo general termino en el de las pesadillas. Siempre he
odiado a estas últimas, me parecen miedos almacenados que nuestra conciencia
logra mostrarnos de esa forma. Quizás todo este mundo sea una pesadilla para
quien lo desea ver así, pero ése es el problema, que yo no quiero. Deseo ver
las maravillas que existen a mi alrededor, pero que difícil es cuando estas
parecen ocultarse. Quizás se trate de saber buscar, de saber encontrar.
Los pocillos de café que tomo a
estas horas son la gasolina de este insomnio que tanto fastidia. Entonces, como
las horas de la madrugada parecieran pasar más lentamente, termino explorando
universos paralelos al mío. De esa forma es que por fin me digné a leer un
libro. Tal cuestión es para mí una muestra clara de que el tiempo libre es
arquitecto de cosas inesperadas. También volví a ver las estrellas, antes
llegué a pensar que éstas habían explotado; que ya no existían porque nadie se
paraba a verlas. En lo absoluto había ocurrido algo así, al contrario,
continuaban en el cielo brillando con más luz que nunca. Se trata de que los
que estamos abajo logremos apreciarlas de vez en cuando.
Pienso en este silencio que me
rodea, es tan grande como la soledad que lo genera. Tal vez yo mismo busqué todo
esto, lo único que es seguro es que ya no quisiera continuar siendo parte de
algo que no me produce alegría. Es en momentos así cuando logramos entender la
importancia de los amigos, de los seres queridos, de los romances que nos
mantienen anhelantes al mañana aun sin dejar de querer que el hoy se acabe.
Porque no dudo que en este momento yo ya sea un zombie, no dudo que pueda estar
anhelando devorar vida porque yo ya no la poseo. Por eso es que pienso
demostrar mis propias actitudes cuando despierte de este letargo y pueda
reunirme con la humanidad otra vez. Planeo en ese momento sonreír sinceramente
y abrazar sin ningún tipo de arrepentimiento. Si algo me ha enseñado toda esta
situación, es saber aprovechar cada minúscula muestra de cariño que pueda
sentirse o expresarse.
He recorrido un largo camino que
en realidad me ha llevado a perderme. Ahora que siento que todo el borroso
trayecto por fin se ha aclarado, creo que no extrañaré nada de él. Lo que
debemos entender ante todo, es que los malos momentos existen, que estos
siempre serán parte de nuestra vida, que aunque los evitemos, ellos siempre encontraran
la forma de revivir, pero que a pesar de todo eso, éstos estarán atados a las
características de lo transitorio, nunca de lo eterno. Por eso creo que ahora
puedo sentirme bien, porque por fin las cosas cambiarán para mejor. Últimamente
hubo mucho drama, más del acostumbrado, más del necesario; por fin este ha
menguado. Ha llegado otro comienzo, solo espero que me traiga la producción de
buenos recuerdos que pueda evocar cuando ya este viejo. Así será.