Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño.
Resultaría ser un miércoles el día en que yo nacería en
esta ciudad, Puerto Ordaz. Llevado siempre de la mano por palabras claves como hierro, aluminio, calor, Caroní, Orinoco, Cachamay, Llovizna, calipso, empresas
básicas, urbanismo, etc. Éstas se han mantenido vigentes durante el desarrollo
de mi vida y siento orgullo al declarar constantemente mi amor hacia esta
tierra. Desde pequeños nos enseñan a querer y valorar lo nuestro, quizás yo fui
muy exagerado en cuanto a ésta idea pues hoy termino por concluir que solo a
este sitio podría llamar hogar.
Acá no se sigue el modelo corriente que tienen otras partes.
Somos una ciudad chiquita con una población análoga a su territorio, pero claro,
con un alma gigante que pasa a través de calles planificadas. Ésta última
palabra, planificada, nos caracteriza profundamente. Entonces la ciudad fue
elaborada desde cero por individuos traídos de quién sabe dónde. En cuanto a
este otro punto (las personas extranjeras) también tenemos otra de nuestras características:
éste es un sitio de encuentro. Todo el mundo llegó de infinidad de partes para
unirse sobre éste suelo. No solo hay gente de toda Venezuela, es común
que veas infinidad de chinos, turcos, guyaneses, etc, paseando por la calle; al
igual que es muy probable que te encuentres con apellidos italianos, españoles,
portugueses, brasileños, colombianos. Porque eso es este puerto de agua dulce:
un espacio en el que todo se une. Mientras que las grandes ciudades del
continente demuestran por lo general una antigüedad de entre 300 a 500 años de haber
sido fundadas, Puerto Ordaz exhibe hoy orgullosa sus sesenta y tantos de creación, y cincuenta y otros de conformar a Ciudad Guayana junto con San Félix.
Siempre he tenido presente lo mucho que amo este lugar. Ante
todo doy gracias debido a que por él soy lo que soy, por sus ríos y caídas de
agua, por sus árboles, su clima que calienta los corazones, su gente, su todo.
Creo en el talento de sus habitantes y sobre todo en la voluntad presente en el
espíritu de estos. Puerto Ordaz es una joya a la que día a día se le intenta
pulir, todos luchamos porque su brillo sea cada vez mayor. Es como un impulso
natural que despide la mente. Para mí no hay dudas: como mi Poz no
hay otra. No puedo evitar emocionarme al pensar en el futuro deseado. Sé que
podremos corresponderle a esta tierra tan rica el privilegio que hemos tenido
sus habitantes al poder vivir en ella.
Creo que es su cielo el que agranda mi Ser. Sus atardeceres
realizados por pinceladas perfectas de colores entremezclados son los que nos
inspiran con cada vistazo a que seamos mejores, a no dejarnos vencer y a
continuar adelante. Aunque falte mucho por venir, ese cielo será el que nos
ayude a continuar con la frente en alto y con esa sonrisa característica que poseemos.
Todos aquí serán bienvenidos por siempre. Yo mismo, al ser un guayanés nato, te
saludaré desde tu llegada.
Esta es mi visión rápida acerca de mi terruño, es el peso de Poz desde mi conciencia. Como dicen por allí: «aquí nací, no porque así lo haya elegido, sino porque tuve suerte».
Esta es mi visión rápida acerca de mi terruño, es el peso de Poz desde mi conciencia. Como dicen por allí: «aquí nací, no porque así lo haya elegido, sino porque tuve suerte».