Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
Primero que todo: ¡Que viva la
noche! Ese es el principio fundamental por el que se rigen nuestros instantes
de gloria. Ahora mismo en todo el mundo se vive una fiesta; una que no pretende
terminar sino hasta que el cuerpo aguante. Suena el bajo que coloca en
sincronía a los corazones de aquellos a los que llega su efecto, aparecen las
luces de colores que guían a los ojos centellantes que las reflejan, se respira
humo de algún cigarrillo fugaz, se escuchan risas y gritos estridentes, se
siente que el momento es lo único importante en nuestra vida aunque muy en el
fondo de nuestra conciencia sospechemos que acabará pronto. Todas esas cosas
son el resultado de nuestra época, de la idiosincrasia que mantenemos viva como
a un fuego que no queremos apague.
También están los carros y qué
tan vistosos son, las marcas, la ropa que se parece a colecciones de años
pasados pero que aun así se deben tener en este momento como instrumento
primordial que permita llamar la atención. Incluso están los elementos más
sencillos como el corte de cabello, los tatuajes o las palabras utilizadas
conjuntas con la entonación al hablar. Todo es captado por la mente aun cuando
ni siquiera lo sospechemos, aun cuando pensemos que no nos importan asuntos tan
efímeros. Está en nuestra conciencia porque ésta es la época en la que lo
externo reina. Todo este compendio resulta ser tan milenario por pertenecer a
la vanidad del Ser, por tanto no debe ser tomado como un hecho impuro, sino más
bien como uno totalmente natural. Así somos, tan materialistas como se nos
permite y al mismo tiempo (increíblemente) tan profundos como nadie puede
llegar a imaginarlo. ¿Por qué esto último? Porque dicha condición está atada a la
naturaleza humana. No hay que volverse muy fatalistas en cuanto al tema de la vanidad
que algunas actitudes muestran. Me refiero a lo necesario que es el hecho de
vivir cada cara de la moneda. Solo así te logras mantener a flote en esta actualidad
vertiginosa. Entonces ocurre que el mundo no deja de ser lo mismo que es desde
que se creó. Por estos días se aprecian cosas tan increíbles como los
individuos que las llevan a cabo. Hemos alcanzado maravillas concebidas por
generaciones pasadas como sueños irrealizables provenientes de una imaginación
desbordada. Hoy todas esas cosas son posibles, ¿Entonces cuál es el limite a
todo esto? El cielo únicamente.
La ciudad se muestra como el
escenario de ésta obra de teatro. Muchos actores llevan a cabo su propia trama
demostrando un talento que encierra su esencia en particular. Otros por el
contrario, prefieren actuar utilizando mascaras ajenas que, tristemente,
terminan siendo personalidades igual de ajenas. De esa forma existen grandes
ejércitos de clones genéricos que repiten lo que oyen o ven lo que les señalan.
Las tablas de este gran teatro pasan
a ser el asfalto, ese en donde despiertan algunos borrachos inconscientes de su
paradero, ese por donde pasan los vehículos a toda velocidad. Ese asfalto en el
que se acuestan muchos a ver las estrellas cuando el reloj delata la madrugada,
ese que resguarda infinidad de historias de bohemios y fiesteros que ellos
mismos han olvidado. Sobre esa calle o
esa acera, se crea un recuerdo que no se borrará jamás entre cada partícula de
arena y piedra.
Da igual si saliste ayer, saldrás
hoy o tal vez mañana. Ni siquiera se piensa en eso, el individuo busca por instinto
la grandeza que encierran sus anhelos llenos de adrenalina. Entonces entre ésta
realidad tan rápida, tan extraña a épocas pasadas como si éstas nunca hubiesen
ocurrido, como si el mundo hasta ahora hubiese nacido, se encuentran infinidad de
casos de quienes aún desean buscar algo más de lo que los sentidos les ofrecen.
Me refiero a los que desean soñar con cosas que el corazón genera.
No quiero que nada de lo anterior
sea tomado como una crítica a esta sociedad en la que vivimos. Al contrario,
solo es un compendio de verdades que solo hacen parte de nosotros mismos. ¿Por
qué hago ésta aclaratoria? Porque no quisiera parecer un resabiado que reprueba
el entorno en el que vive queriendo posicionarse por encima de éste. Yo mismo tengo varias
memorias que coinciden con fiestas y alegrías, e incluso mejor aún, tengo
ansias de seguir construyendo madrugadas con actos de ese género. Como dije al
empezar, si algo caracteriza estos tiempos, es la noche. Porque ahora éstas
pasaron a ser también parte del día.