-Vamos a calmarnos-


Fotografía obra de Génesis Pérez 

Se muestra muy fastidioso todo lo problemático, al igual que demasiado patética la depresión que pueda llegarse a poseer. Por eso se debe preferir ser distinto, se debe preferir sonreír y calmar las propias inquietudes. Ésta es otra muestra de que el entorno no hace al Ser sino todo lo contraria. Entonces ya los alrededores cambian, todo se vuelve más bonito. En el caso más común, dicho cambio es generado por eventos sobresalientes que eleven al individuo a la inspiración propia. Deberíamos tener siempre en mente la alegría de vivir y el impulso natural por llegar hasta nuestros sueños. Pero eso es muy improbable, somos humanos y siempre terminaremos por decaer (así sea por poco tiempo) en nuestras aspiraciones. Lo que no debemos olvidar es que, luego de bajar, nosotros mismos debemos subir.


Esto trata realmente del hecho de mantenernos con la mente clara. Hay que tener fijo lo verdaderamente importante y estás vendrían siendo las cosas con las que nos sentimos bien en este mundo. Porque ¿De qué vale vivir si no es intentando ser feliz? Ese término tan recurrente no se debería tener como algo imposible de lograr. Al contrario, la felicidad debe ser algo que se sienta en cualquier momento y ante cualquier situación. Ella llegará a salvarnos ante nuestro propio desespero.

Hay que levantar la vista y mirar al cielo; hay que escuchar alguna canción con los oídos del alma y poder sentir en su melodía la inspiración que nos permitirá renovar energías; hay que reír hasta cuando nadie nos ve porque esa expresión de alegría sería realmente pura; hay que soñar hasta cuando no se desee hacerlo; hay que aceptarse a uno mismo, disfrutar de cada momento, experimentar la vida como lo que realmente es: una maravilla.

Solo quiero que entiendas que no se necesita mucho para lograr sentirse bien. Únicamente hace falta sentirlo y dejar de apreciar cosas que no generen satisfacción. Porque quizás en cualquier momento nos llegue la muerte y quedemos fríos por sus efectos. Porque quizás el mundo se acabe en este instante. Por eso y tantos otros “quizás”, es que este momento es único e inigualable. El ahora debe ser experimentado como el mayor de los placeres, siendo en tal caso, un privilegio.

Sentarse un momento, cerrar los ojos y respirar. De repente esa sucesión de actos sea un remedio milenario ante todo panorama difícil. Que la fiesta de la vida no se acabe para aquel que desea rumbear. Que los segundos dejen de contarse y mejor empiecen a ser disfrutados.