Fotografía obra de VARL Photography.
Siendo sincero (quizás más de lo
que soy por lo general) no quiero aquello que el corazón no quiera. Bastante
complicada tal afirmación porque el órgano palpitante siempre anhela demasiado,
esa es su propia particularidad. Entonces está esta variedad de elementos que
no llegan calcularse por su gran número, que no dejan de esperar por su realización
y que, por si fuera poco, no paran de multiplicarse. El hecho está en que sé perfectamente
que algunas de esas querencias no pueden ser llevadas a cabo con facilidad, sin
embargo, eso no evita que las sueñe con un sentimiento desbordado, que las
materialice entre los canales de mi mente. En fin, como mero capricho y para
dar rienda suelta a lo que parecería una confesión delatadora, quisiera
puntualizar que, a pesar de todo, lucharé porque cada una de esas aspiraciones pueda
trasmutar hasta volverse palpable.
Deseo dejar tantos miedos atrás
para que ya no me detengan, que cualquier parecido a su silueta simplemente se
vaya. Miedo a actuar por el resultado, a que las cosas salgan mal, a que mis
esfuerzos no lleguen a rozar la felicidad. Miedo a la muerte pero también a la
vida, miedo a mí mismo.
Quiero que en este mundo ya no
haya dolor, ya no haya crueldad ni odio. ¿Un tanto ingenuo esto último? Probablemente,
aun así no deja de ser noble. Que la discriminación se vuelva solo un mito. Que
los males se transformen en sus antónimos, que lleguemos a entender que todos
son promovidos por nosotros mismos.
Que la libertad guie mis pasos y
logre actuar sin arrepentimientos, sin decisiones impuestas por terceros y solo
con la garantía de plenitud que otorga seguir al corazón. De verdad es mi deseo
que, sea lo que sea que ocurra en mi destino, yo pueda ser el arquitecto de
éste.
Que el amor logre condensarse en
mis amaneceres de soles brillantes, en mis atardeceres de cielos rojizos, en
mis noches de lunas y estrellas. Que por fin este romance pueda dar con mi
amada, que por fin sean olvidados los días de espera porque estos ya habrían valido
la pena. Que cada beso sea realmente dado con sinceridad y que cada abrazo
traspase calor. Que todas las palabras de amor que he ido coleccionando puedan
ser pronunciadas y no solo escritas, que cada fotografía junto a ella pase a la
eternidad como la muestra de que estuvimos juntos mientras pasábamos por este
mundo.
Llegar a ser artista para asomar
verdades.
Viajar por todas partes, conocer
más gente de la imaginada.
Erradicar tantos defectos porque de
verdad empiezan a pesarme. Sentir en algún momento, que fui capaz de mejorar
como individuo al liberarme un poco de mi propia imperfección.
Imaginar más de la cuenta para
hacer de ese planeta que es nuestra mente un universo entero.
Que la música se plasme como un
instrumento para llegar a la gloria. Que las canciones no dejen de escucharse
por toda la eternidad.
Luchar porque las metas se
cumplan para que dejen de ser tomadas como meros impulsos pasajeros.
Estar siempre para mis seres
queridos, porque ellos siempre han estado para mi.
Olvidar el pasado, creer en el
futuro, aprovechar al presente como se merece.
No creer en mediocridades, ir un
poco más allá y optar por el camino complejo de la innovación. Ese de creer en
nuevas propuestas en vez de adaptarme a las anteriores.
Dejar mi huella en las memorias y
una buena herencia a las generaciones
que vienen.
Que la alegría se muestre en cada
sonrisa, en cada causa y cada efecto que éstas desenvuelvan.
Creo con fervor que esa frase
de que “todo es posible” es también realmente posible. En tal caso, lucharé
porque todas las querencias que he mencionado lleguen a consagrarse. Ahora que
se escapan todos esos deseos de mi mente para plasmarse en este papel, entiendo
que soy un soñador sin remedio, siempre ha sido así.