-Tarde la noche-


Fotografía obra de VARL Photography.

Es la luna la primera en darte la bienvenida, ¿Cómo podría haber noche sin ella? Con su encanto hechiza los sentidos haciéndote entender que la dimensión que comienza al caer el sol es artífice de cosas increíbles.


Las estrellas cantan para que las mires, son como sirenas que te guían a un destino que va más allá de lo imaginable, que trasciende cualquier naturaleza conocida hasta llegar al mundo de lo que no se puede describir. Simplemente cualquier cosa puede pasar.


Las acciones nocturnas se presentan como maravillas que te hacen entender que cualquier cosa es posible en ese periodo de tiempo. Ya sea recostado de una ventana, en algún balcón con buena vista, en compañía de los seres queridos o quizás en la soledad más íntima, en fin, en cualquier escenario dado, podemos vislumbrar la magia propuesta por el anochecer en sus efectos más sublimes. La noche es, por supuesto, un evento trascendental.

Llegan las fiestas, esas que te hacen subir hasta la gloria del baile, hasta la euforia alcanzable mediante instantes de júbilo. Aquel que en cualquiera de sus días no haya disfrutado de una fiesta inolvidable, debe saber que ha muerto aunque continúe caminando, que quizás nunca vivió aunque su corazón latiese.

Están esos amores que al filo de la madrugada nos hacen desvelar. Esos que nos inducen a creer en la pasión, en el sentimiento que puede generar nuestro Ser gracias a esa persona. Es en las noches más destellantes cuando la pasión se deja ver la cara, cuando podemos alcanzar a tocar el cielo gracias a una caricia, cuando logramos sonreírle a nuestro destino por ese breve y al mismo tiempo eterno idilio nocturno. La noche y el frenesí de las querencias han estado siempre juntas enmarcando historias de verdadero amor.

Claro que este espacio es también uno de reflexión porque son las noches momentos de meditación pura, de búsqueda y encuentro. Entonces se muestran como un altar en donde los misterios están presentes, en donde se puede soñar despierto, en el que los mitos se vuelven realidades y los silencios suenan con particular melodía.

En los devenires nocturnos también afloran los recuerdos, en algunas ocasiones lo hacen solos porque quieren volver a encontrarse con nuestra conciencia para hacernos sonreír o quizás llorar. Aunque también lo hacen siendo invocados porque son espíritus del purgatorio del pasado. Sea como sea, en las noches es que ocurren las lloviznas de la memoria, esas que mojan pero nunca ahogan. Porque para bien o para mal, esos espectros de la memoria ya no pueden volver al mundo de los vivos.

Los carros corren libres cuando la luz de los faroles los ilumina, cuando los semáforos entran en letargo y les son indiferentes dejándolos de guiar, cuando quienes los conducen creen la mentira de que nadie los está viendo recorrer el asfalto. Entonces durante esas horas oscuras es que las calles se vuelven desiertas, se llenan del simple vacío volviéndose más tristes y, aun así, más alegres también.


Debo admitir que cometo el error de hablar generalizadamente, en realidad solo intento dar algunas opiniones acerca de lo que para mí significan las noches. Éstas han significado el cosmos en donde yo puedo desenvolverme, han sido en donde he podido aprender a ver la vida desde los ojos del insomnio propuesto por las ilusiones, en donde mis querencias alcanzan el punto más alto deseando llegar a ser realizadas y mis anhelos cobran vida para sonreír a mi lado. Podría ser también que todas mis explicaciones terminan por parecer rebuscadas, que en realidad soy muy complicado incluso ante lo aparentemente común, que no mido las palabras porque con ellas me siento un inventor de universos.  Lo que si es cierto (por lo menos así lo creo) es que las noches son la cosa más bonita que podría existir. Son como una exposición de arte y, al mismo tiempo, como un artista que nos usa para realizar sus obras en nosotros. No habrá forma de que pueda olvidar las noches que me hicieron vivir con felicidad, tampoco habrá alguna manera posible de que deje de intentar recrear nuevas de ese mismo tipo por el resto de mi vida. Por supuesto, esto último si las mañanas y las tardes me lo permiten.