Fotografía obra de Génesis Pérez.
Las
horas pasan lentamente, las letras tardan en salir, las cosas cambian y así
debe ser en realidad. De todo este proyecto que significa la vida, de la
necesidad que tenemos de soñar, de un mundo que parece volverse más grande
(aunque muchos de sus integrantes lo vean igual de pequeño), también del
pedacito de felicidad que tenemos cada cierto tiempo como la muestra de que no
todo es tan malo. La valentía también recae en ser diferente, en vivir con plenitud,
en actuar sin pensar en malas consecuencias, en creer en uno mismo.
Pero
más allá de todo eso, no he dejado de pensar en que ya ni siquiera salgo los
sábados por la noche, que ya mis oídos no escuchan música a todo volumen
durante madrugadas azules. La juventud se me escurre entre los dedos, pero lo
peor de todo es que yo no intento mantenerla. Lo que si espero es que el tiempo
deje buenas huellas para recordar hasta la vejes. Que cambie el entorno, que se
pueda volver a salir a las calles, que los grafitis dejen de ser realizados
para protestar. Sigo con esto que nadie va a entender, ni tú que lo lees ahora,
ni yo que lo estoy escribiendo.
También
pienso preguntas que nadie contestará, que sé que tampoco me atreveré a
pronunciar, pero que por siempre se mantendrán presentes en mi mente como esas
inquietudes en las que se piensa mirando a la nada. Quizás la vida misma sea la
mayor interrogante de todas, por ello
cualquier elemento que la compone también posee características
enigmáticas. Entonces ¿qué será de esta noche en la que sigue sin verse la luna?.
¿Qué irá a ocurrir con esta tierra que
continúo descifrando, que se muestra pero permanece oculta, que es un secreto
que no termina de revelarse? También quisiera saber si mis esfuerzos servirán
para algo, si todo esto que he planeado para mi destino llegará a realizarse.
Volviendo a lo que quiero decir, ya los
sábados de fiestas acompañados de cerveza fría han quedado en un pasado que no
parece querer revivir. Lo peor es que tampoco me importa mucho. Quizás es que
nunca he sido realmente un fiestero, que prefiero permanecer en los confines de
este sitio en un encierro que solo yo me obligo a mantener. Pero si es así ¿Por
qué pienso tanto en esas noches en los que bailando llegaba a sentirme libre,
en los que el corazón latía al compás de cada canción y se alineaba con el de
mi pareja? Más cosas en las qué pensar,
mejor dejo de ver el cielo oscuro de la noche y vuelvo al interior de mi
apartamento.
Abandono
el balcón, camino a través de ese espacio al que de vez en cuando llamo hogar,
y cuando ya estoy otra vez en el cuarto, en ese preciso momento, es en donde
puedo entender que la gloria no solo está encapsulada en los sábados llenos de
adrenalina nocturna. Esta está presente en ese bulto bajo las cobijas que
respira lentamente, que duerme sin prestar atención a nada más; está en esa chica
con cabello largo, perfecto, con olor a flores, que me ha dado desde hace
tiempo el “si” que yo tanto anhelé. Voy y me acuesto junto a ella. De verdad
tengo suerte, no sé qué hace una mujer tan bonita con un tipo como yo, no sé
qué hace un alma del cielo como esa al lado de un espíritu del purgatorio como
el mío, solo vivo alegre porque así sea. Por supuesto que no soy el hombre
perfecto, sin embargo, al parecer a ella le bastan mis esfuerzos por intentar
serlo.
Me
quedo allí un rato más, únicamente viéndola, teniéndola cerca, cuidando que
nada le pase a sus sueños, luego me levanto otra vez y voy hasta el pequeño
cuarto al que muy ingenuamente denomino estudio. Allí están los libros, los
pinceles y acuarelas, la cámara, la
guitarra, muchos papeles para ser llenados con tinta. Y vuelvo a tener otra
revelación: eso soy yo, muchas cosas que componen un Ser y que no tienen nada
que ver con la experiencia de salir un fin de semana. Ahora lo noto, algo ha
cambiado con respecto a mi percepción sobre estos sábados sin emociones. Me
queda mucho que hacer, otro tipo de percepciones para sentir. Terminar la
canción que nunca he empezado, pintar el cuadro que aún permanece escondido en
mi mano, viajar a Paris con la hermosa figura que continúa roncando tan
dulcemente como para enamorarme un poco más con cada exhalación.
Es
como el final de una etapa, uno de esos que suceden cuando menos lo imaginamos,
pero que llegan para liberarnos de un tormento, como en este caso, mi aferrada
querencia hacia ese vertiginoso pasado lleno de fiestas frenéticas. He
terminado, otro comienzo se desarrollará a partir de ahora. Quizás ésta sea
solo una tontería más, pero entiende que así cuento yo todo lo que me pasa.