Fotografía obra de Génesis Pérez
Siempre que intento describirme a
mí mismo llega el dolor de cabeza, como si mi propia constitución fuese por si
sola una cosa muy problemática. Pero la terquedad se hace notar y así continúo
con el esmero de lograr conocerme. Si en algún momento pude tener algo, si
alguna cosa me llegó a pertenecer, fue hace mucho tiempo. La verdad es que ya
no tengo nada, solo este vacío que todo lo llena, que me susurra al oído que me
encuentro solo. Quizás ese factor nunca ha sido distinto, probablemente eso sea
lo único cierto. Entonces sí, es preciso aceptarlo: soy bastante complicado. ¿Y
cómo no serlo? Un destino atado a un devenir turbulento, a la estabilidad
propia de un huracán. Intento no engañar a nadie y también admito que nunca he
entendido cosas que aparentemente son simples. Mi razón se traumatiza, mi
claridad mental no siempre arranca. Mucho por lo que llorar y yo que continúo
con este impulso masoquista de sonreír a pesar de todo.
Quizás mi condición de soñador me
hace llegar al extremo de parecer desesperado. Creo en todo aquello que pueda impulsar
al corazón. Eso es un cliché, pero es uno que nunca debería pasar
desapercibido. No quiero mentir, no quiero llegar a parecer ingenuo, solo deseo
actuar libremente, sin que todo sea tan complejo. Tener sueños, intentar
alcanzarlos, de eso también se trata la vida.
Cada partícula de esencia que rodea
al Ser debería ser apreciada. Entonces entiendo que el cielo es la obra de arte
más bonita que jamás se haya pintado. Pero también soy muy distraído y es
cuando chocan ambas fuerzas. Se trata de equilibrio, de ese que buscamos en
todo y que ninguno consigue en nada.
Me gusta el café y eso ya es evidente.
Me gusta viajar y lograr hacerlo constantemente es una meta que llegará cuando
sea debido. Me gusta caminar por el parque, por la playa, por el centro de la
ciudad. Me gustan tantas cosas que me desespero cuando algunas me faltan. Por
supuesto, me continúa gustando Ella.
Entonces me detengo, dejo de describirme
e intento pensar con claridad. Es ahora, cuando el silencio se deja escuchar,
cuando la turbulencia se queda quieta, que surgen nuevas quimeras con cualidades
distintas. Sea como sea que yo sea, más allá de la puerta de mi casa está un
exterior que no se inmuta por mi presencia. Sé que ese paisaje que respira tras
estas paredes no es lo que debería. Debo creer fervientemente en que sí lo Será, que permitirá que nosotros dejemos
de sobrevivir a él para empezar a disfrutarlo. Es esta época caducada la que se
enfoca en multiplicar los suspiros de sus inquilinos. Es la realidad misma la
que nos induce a adaptarnos. Pero, ¿qué pasa cuando alguien quiere adaptarla a
ella? ¿Qué pasa cuando se elige dejar de suspirar? Creo que esa es una respuesta que mi limitada percepción
no logra vislumbrar fácilmente.
Mi optimismo va siempre tomado de
la mano con mi pesimismo. Lo increíble es que se lleven tan bien, que nunca
discutan entre sí, que se aguanten el uno al otro y que su matrimonio lleve ya
muchos años. Mis inconsistencias llegan
después de un esfuerzo, siempre están pendientes de alguna oportunidad para
hacerse presentes. Como el anhelo de ser músico que nunca pudo lograrse por la
sordera natural que desplegó mi conciencia. También la ilusión desbocada por
pintar cosas que los demás entendiesen. Alejar tanto miedo. Sentir que estoy
vivo aunque me encuentre ya casi en la tumba.
Disculpa por aburrirte. Soy como
soy e incluso a veces no estoy seguro de serlo. Sigo con esta imperfección dejada
como herencia por generaciones pasadas, intentando hacer la diferencia en un
pedazo de tierra bastante diferente. Entiende que ya no me queda mucho, quizás
por eso hasta el dolor de cabeza se fue. De todas formas ya no diré más, continuaré
escribiendo, a ver si llegan nuevas preguntas que probablemente nadie constatará.