Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
Se supone que todo empieza y todo
tiene un final. En estos momentos Venezuela está creando historia debido
al enorme movimiento social que vive. Esto en realidad no puede describirse
completamente en unas pocas líneas con lo que tal vez sea interpretado como
simples palabras, sin embargo, uno siente la necesidad de mandar un soplo de
esperanza a todo el que aún esté dispuesto a incluir dicho elemento ante el
devenir nacional. No es para nadie un secreto que el presente vivido por
muchísimas generaciones nunca ha sido fácil de sobrellevar. Éste es un pueblo
luchador ante la adversidad, resistente ante los maltratos de los déspotas,
inquebrantable cuando se presenta el abuso y la tiranía. Un pueblo con algunas
dictaduras que recordar, con cuentos tristes por tantas batallas y tantos
hermanos perdidos en ellas, con la memoria repleta de situaciones difíciles que
no ha merecido jamás. Pero además a todo esto se le suma que poseemos el
predicamento de un futuro que ni siquiera se acerca a lo estable o por lo menos
a la promesa de que todo mejorará.
No pretendo ser pesimista aunque
así parezca, pretendo presentar el panorama claramente. En síntesis,
Venezuela es un país de gente demasiado fuerte que ha logrado resistir inmensos
males. Entonces el futuro (aunque incierto y lleno de dudas) se torna brillante
para aquel que crea no solo en esta tierra, sino en las personas que conviven
en ella. De esa forma, la escasez que nos oprime, la inseguridad que nos atemoriza,
la corrupción que nos enoja o el precio de la vida que no cede a pesar del
suplicio que le genera al ciudadano común, toda esa sucesión de elementos en
conjunto, pasan a un segundo plano; en el primero y como prioridad está
Venezuela. Así todo cambia porque proclamar esa idea salvadora, ese aliento de
vida que significa nuestro país, nos llena de voluntad hacia lo desconocido,
nos da la aseveración de que todo estará bien y que no habrá fuerza
alguna que haga ceder nuestra determinación. Quizás en algún pensamiento de ese
tipo se habrán inspirado los próceres de nuestra independencia, nuestros
líderes inmortalizados por buenas gestiones, nuestros ciudadanos que mañana
tras mañana se levantan para forjar una mejor nación. Definitivamente si se puede
crear existiendo unión, aquel país añorado que todos deseamos y que tanto nos
ha costado moldear.
En este momento debemos centrarnos en
la opción optimista, en aquella que nos infunda valor para continuar pese a las
quimeras que acechen la realidad. Claro está que es muy difícil el trayecto,
muy difícil lograr hacer la diferencia entre toda la incertidumbre que nubla
constantemente nuestros esfuerzos, pero confío en que sobreviviremos como en el
pasado a la adversidad y a cada prueba que el destino nos siga preparando.
Estamos ante un panorama bastante delicado, en el ambiente se vive una
constante expectación, realmente nadie sabe que llegará a pasar y es que se nos
han acumulado circunstancias que tornan volátil a nuestra sociedad. En el
pasado han ocurrido escenarios similares y nuestro pueblo ha estallado con
contundencia hacia lo que se ha tenido como agresor. El hecho es que debemos
tener ciertos factores claros en el transcurso de este presente. Hay que
permanecer juntos como sociedad, que ningún bando o color nos divida o nos haga
olvidar el hecho trascendental de que somos todos venezolanos. No hay que
repetir las acciones erróneas del pasado, más bien y al contrario, debemos
aprender de estas para así no cometerlas de nuevo. Es completamente nuestra la
responsabilidad del flujo de los acontecimientos que se desarrollen, al fin y
al cabo, somos como pueblo los verdaderos protagonistas en todo momento.
Yo pertenezco al grupo de individuos
que, por ahora, continúa siendo llamado como "jóvenes". Esto hace que
quizás vea el mundo de una forma particular, nueva y con optimismo hacia el
futuro. Sé que de la misma manera, mi generación debe de estar viendo el
panorama actual con gran ilusión hacia lo que viene. Así debe ser, todos
debemos trabajar por un país mejor. Comencé esta nota bajo un argumento
bastante vago: “Se supone que todo empieza y todo tiene un final…”.
Expresé esa oración con la intención de hacer llegar a todos mis hermanos y
compatriotas la verdad unánime de que, si bien han durado los problemas que
enfrentamos como nación, estos no serán eternos. Hay que mantener la esperanza
viva, no como un etéreo pensamiento que no se consolide realmente en nuestros
corazones, sino como lo que realmente es: la seguridad de que todo saldrá bien.