-Buscando algo mejor-




Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Dentro de poco se cumplirán dos meses desde que comenzaron las protestas en Venezuela, cuanto ha ocurrido en tan poco tiempo. La palabra “guarimba” se ha metido en nuestras conciencias, se ha colado en lo cotidiano volviéndose parte de las calles y las avenidas. Continúan las barricadas y con ellas los enfrentamientos, continúan las marchas y los detenidos, los heridos, y los mártires que han sido asesinados en toda esta época tan oscura. El humo de lacrimógenas se va haciendo parte de nuestra atmosfera. Los abusos están presentes mientras la justicia permanece más ciega que nunca, ahora sin querer actuar ante lo evidente.


Venezuela es un país muy difícil y complejo, es un laberinto que esconde una problemática distinta en cada pasillo. Eso lo entiendes cuándo vas en el bus o caminas por la acera y eres víctima de la descomunal delincuencia, o cuando eres obligado a sufrir grandes trabas al querer acceder a los alimentos más básicos o a los productos de primera necesidad. Lo entiendes incluso teniendo 20 años y sin contar con mucha experiencia, porque el país te lo recalca a la hora de intentar salir adelante. Y es que nosotros, los jóvenes, estamos atados a una tragedia que conocemos desde nuestra niñez; es lógico que muchos en estas nuevas generaciones sobrevivan gracias al anhelo de lograr emigrar algún día. La verdad es que no queremos hacerlo, es la realidad la que nos empuja a tomar dicha opción como plan de vida. Pero también está la esperanza que fluye a través de nuestros corazones tricolores. Si los estudiantes empezaron esta lucha, no fue por otro motivo sino buscar el país que nos han arrebatado, ese que merecemos por añadidura al haber nacido en él.

La incertidumbre permanece presente en cada segmento de esta película. No es para menos, la duda nos hace temblar a la hora de pensar en el devenir nacional. Los ciudadanos comunes nos dormimos con miedo y nos despertamos con miedo, solo él reina. Así debemos ir al trabajo, a estudiar, a cualquier sitio posible. Nuestra propia tierra nos aprisiona, nos hace victimas de agravios inexorables. La vida se hace más cara sin reparar en si podemos pagar vivirla.

Ocurre que la inconformidad colectiva continúa siendo ignorada y lo que podría resultar de esto no puede ser nada bueno. Por supuesto cada sacrificio está orientado a lograr una nación distinta, pero en el proceso el optimismo se va volviendo un lujo. Solo quisiera despertar cada mañana en un país más justo, en uno que recupere normalidad en todos los sentidos. Yo creo fervientemente en que esto que ahora debemos afrontar también pasará, en que estos acontecimientos no serán en vano. Mientras tanto debemos ser fuertes, tanto como sea necesario para aguantar semejante odisea.


Dos meses de grandes desafíos, de deprimentes sucesos y dolorosas pérdidas. Dos meses que nos han hecho vibrar y que nos hacen ciudadanos de una tierra que agoniza entre el caos. Dos meses que han dejado un pedazo de historia que no quisiéramos continúe creciendo. Y mientras tanto, un ejército de personas buscando una mejor Venezuela.