Dentro de poco se cumplirán dos meses desde que comenzaron
las protestas en Venezuela, cuanto ha ocurrido en tan poco tiempo. La palabra “guarimba”
se ha metido en nuestras conciencias, se ha colado en lo cotidiano volviéndose parte
de las calles y las avenidas. Continúan las barricadas y con ellas los
enfrentamientos, continúan las marchas y los detenidos, los heridos, y los mártires
que han sido asesinados en toda esta época tan oscura. El humo de lacrimógenas
se va haciendo parte de nuestra atmosfera. Los abusos están presentes mientras
la justicia permanece más ciega que nunca, ahora sin querer actuar ante lo
evidente.
Venezuela es un país muy difícil y complejo, es un laberinto
que esconde una problemática distinta en cada pasillo. Eso lo entiendes cuándo
vas en el bus o caminas por la acera y eres víctima de la descomunal delincuencia, o
cuando eres obligado a sufrir grandes trabas al querer acceder a los alimentos más
básicos o a los productos de primera necesidad. Lo entiendes incluso teniendo 20
años y sin contar con mucha experiencia, porque el país te lo recalca a la hora
de intentar salir adelante. Y es que nosotros, los jóvenes, estamos atados a
una tragedia que conocemos desde nuestra niñez; es lógico que muchos en estas
nuevas generaciones sobrevivan gracias al anhelo de lograr emigrar algún día. La
verdad es que no queremos hacerlo, es la realidad la que nos empuja a tomar
dicha opción como plan de vida. Pero también está la esperanza que fluye a través
de nuestros corazones tricolores. Si los estudiantes empezaron esta lucha, no
fue por otro motivo sino buscar el país que nos han arrebatado, ese que
merecemos por añadidura al haber nacido en él.
La incertidumbre permanece presente en cada segmento de esta
película. No es para menos, la duda nos hace temblar a la hora de pensar en el
devenir nacional. Los ciudadanos comunes nos dormimos con miedo y nos despertamos
con miedo, solo él reina. Así debemos ir al trabajo, a estudiar, a cualquier
sitio posible. Nuestra propia tierra nos aprisiona, nos hace victimas de agravios
inexorables. La vida se hace más cara sin reparar en si podemos pagar vivirla.
Ocurre que la inconformidad colectiva continúa siendo
ignorada y lo que podría resultar de esto no puede ser nada bueno. Por supuesto
cada sacrificio está orientado a lograr una nación distinta, pero en el proceso el
optimismo se va volviendo un lujo. Solo quisiera despertar cada mañana en un país
más justo, en uno que recupere normalidad en todos los sentidos. Yo creo fervientemente
en que esto que ahora debemos afrontar también pasará, en que estos
acontecimientos no serán en vano. Mientras tanto debemos ser fuertes, tanto
como sea necesario para aguantar semejante odisea.
Dos meses de grandes desafíos, de deprimentes sucesos y
dolorosas pérdidas. Dos meses que nos han hecho vibrar y que nos hacen
ciudadanos de una tierra que agoniza entre el caos. Dos meses que han
dejado un pedazo de historia que no quisiéramos continúe creciendo. Y mientras
tanto, un ejército de personas buscando una mejor Venezuela.