Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño
He tratado de lograr algo con todo esto, siempre intentando cosas
que en realidad no sé si saldrán bien. No
quisiera intentos al azar ni esfuerzos sin un sentido. Continúo en este departamento
del centro de la ciudad, mientras corre un viernes gris por aguacero, de esos
en los que nunca quisieras salir al lejano exterior. Mi figura en el balcón
viendo los carros pasar con los parabrisas funcionando, los transeúntes usando
paraguas, uno que otro perro sin dueño, y grandes verdades ocultas dentro en mi
cabeza procurando quedarse allí. No importa nada, somos nuestras acciones, solo
eso.
La delgada línea entre la felicidad y la desilusión es la
única que logro ver con claridad. Me rodea más tristeza, más melancolía, pero también
estas ansias de cambio que solo al llegar a la realización podrían menguar. Dicen
que no existen eventos sin razón alguna, acontecimientos sin un porqué
determinado, todo es perfecto en su funcionamiento, aunque conocer dicha verdad
sea también una maldición. Me refiero a esos sucesos que no entendemos, a los
instantes más difíciles, aquellos en los que el enojo o la tristeza promueven
nuestros pensamientos. Todos tienen un sentido, comprenderlos todos es lo
complicado.
En este momento tampoco entiendo mucho. Mi país continúa en
llamas, derrumbándose bajo el peso de sus propios habitantes. Siguen presentes
estos sueños que desean volar y a los que se les continúan recortando las alas.
Aquí yo, con el corazón en la mano, procurando pensar con claridad. La claridad
ya se ha vuelto un lujo, nadie la tiene realmente. Podría permanecer todas las tardes del mundo
buscando mis propias respuestas.
Así son los viernes que pasan por mi conciencia, un tanto
grises, pero siempre llenos de renovación. Mis causas están buscando la avenida
indicada por las que les sea posible transitar. Nada más cambiante que el
destino. Este día debería ser de fiestas inolvidables, de amigos y risas, de
amores que se condensen en las profundidades del romance, nunca de meditaciones
solitarias que lleguen a la conclusión segura de que nada es seguro.
En toda esta
incertidumbre continúo cediendo a la alegría. Sé que la dicha de vivir es
mayor que lo demás. Cualquier evento puede ocurrir, pero es preferible sobrellevarlo
todo con una sonrisa. Entonces ahí aparece la opción optimista. Esa de creer
que, aunque no entienda el funcionamiento de tantos eventos difíciles,
dependerá de mí ver en ellos algo mejor. Por ahora necesito aferrarme a eso tal
y como lo haría un náufrago a un pedazo de madera. Las dudas seguirán, pero yo
seré quien teja la red de los
acontecimientos que continúen entrelazándose a mí alrededor.