-Otra cara de la moneda-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Su alrededor vuelve a susurrarle cosas al oído, a ella no le gusta escucharlo porque solo dice palabras poco alentadoras. Sin embargo comienza prestarles atención y termina de una vez de entender la realidad que vive:


Comienza por reconocer que su casa es muy pequeña. Que en algunas partes se evidencia techo de zinc y en ciertos tramos un piso de cemento rustico y polvoriento. Que las paredes permanecen pintadas con cal blanca como la nieve y las ventanas lucen rejas oxidadas por los años y el olvido. Nada de eso le importa, prevalece la mayor verdad sobre su hogar: aquel es su imperio, su propia república. Cada partícula de aquel espacio le pertenece y ninguna hipoteca podrá hacerle pensar lo contrario.

En la nevera solo abunda la escasez, a excepción de un par de jarras de agua y unos trozos de pan duro como únicos elementos por consumir. En su estómago impera una pena grande que va llevándola a la debilidad. Entonces prefiere concentrarse en hacerle frente al hambre con una sonrisa, alimentarse de su propia esperanza para evitar el mareo.

Los zapatos que usa están rotos y los jeans desgastados. No le importa dejar de verse como una princesa, pero sí que sus sueños continúen vestidos de gala.

El frío entra por causa de un invierno que se cuela a través de un centenar de goteras, le hace temblar las manos y ansiar un chocolate caliente. Es un frío color gris tristeza por nubes y aguaceros, por desear que las cosas fuesen distintas.
No tiene tiempo para enfermarse, dicha condición ha pasado a ser un lujo que no puede costear. Las gripes de alma y los malestares del espíritu han dejado de preocuparle porque simplemente su esencia es inmune ante dichos males.

Ni siquiera le queda para el pasaje en bus, deberá entonces caminar muchas cuadras, dar una infinidad de pasos entre aceras y maleza para lograr llegar a su destino. Bueno, eso no le parece tan trágico, más bien disfrutará en exceso del paisaje, de poder ver las nubes y los arboles por donde vaya pasando.

Falta poco para que vengan a cortar la luz, y un poco más para que le toque al agua, todo porque no ha podido pagarlas a tiempo. Deberá pues alumbrar con velas y recoger agua de la misma lluvia que cae afuera, no permitirá que nada de aquella situación la desaliente.

Deudas por doquier, como quimeras que la atormentan cada que las recuerda, que recorren su mente para teñirle el estado de ánimo con miedo a no lograr salir de ellas a tiempo.
En definitiva su bolsillo permanece lleno únicamente de mariposas salvajes, en ningún rincón billetes con caras de extraños. Su elección es pensar en otros puntos sobre esa cuestión, como por ejemplo, que puede viajar con menos peso encima.

Es un tanto particular su reacción ante las penas de su existencia, es por esa concepción del mundo que ella puede sobrellevarlas. Lo que ha tenido que pasar le dejó de importar hace mucho, justo en ese momento comenzó a vivir realmente. Su realidad continúa relatándose, siendo quizás una novela melancólica que no quiere terminar de escribirse, o más bien una que apenas comienza. Porque aunque el susurro de su entorno no sea esperanzador, ella continuará hablándole a este también. Le dirá que su destino le pertenece, que continuará adelante sin importar cuantas trabas puedan llegar a aparecer, que nunca dejará de tener anhelos que la hagan sonreír y hacerle frente a la adversidad.