Fotografía obra de Efraín Rivera.
Leo un periódico que solo redacta
noticias de desamparo y muerte, de infortunio y decadencia, cosas a las que ya estoy acostumbrado. Me
encuentro en el patio de la casa, allí donde mi vieja siembra sus matas. Está amaneciendo
y el miedo acecha por la idea de salir a encontrarme con las quimeras del exterior, aquellas redactadas en el papel que tengo en las manos. Ese temor y sus derivados, ese pánico a lo que representan las calles en estos momentos.
Pienso en nuestro futuro, si es
que este llegará a existir. El devenir se muestra a la deriva, parece que se nos escapa de las
manos por factores que no podemos controlar. Como el precio del pasaje del bus,
como la comida que ya no podemos comer, como el amor que se mese en la
madrugada con las visitas nocturnas que se enfrentan al hampa. Y el hampa, ella sí
que es protagonista en esta tragedia. Porque recuerdo la época en la que no
debía pedirle permiso al destino para salir de mi casa sin miedo a que algo
malo me pasara. Porque recuerdo que antes mi vida valía un poco más.
El tema del futuro se deja a un
lado, sea como sea, el mío seguirá atado a esta tierra. Todo por ese regionalismo
vibrante que siento hacia mi ciudad, hacia mi estado, hacia mi nación. De ese
conjunto de espacios yo soy uno de los dueños al haber nacido en su
constitución. Idolatro cada partícula que la componen tan profundamente que no
me importa en lo absoluto lo que pueda pasar, no dejaré de estar atado a mi
geografía. Entonces me centro en lo que tengo, esta realidad que también me
pertenece sin que hubiese sido progenitor suyo. Más preguntas vienen y a todas
trato de callar con ese optimismo anhelante del que me valgo en los malos
ratos. “En ocasiones el optimismo es ingenuidad”, o por lo menos eso me dijeron
una vez. Si paro mi marcha y me detengo a pensar en que es así, sé que quizás
no tendré fuerzas para volver a arrancar. Del optimismo me alimento en cada desayuno para
salir encontrarme con las calles de este laberinto.
Los “sin nombre” son esa
masa de gentes palpitantes que andan como hormigas y permanecen desamparados ante este contexto atiborrado de dificultades. Pero resulta que si tienen nombre y apellido, que no
son solamente un ente que deambula siguiendo al líder. Tienen ilusiones, sueños
que cumplir y personalidades increíbles que merecen ser defendidas. No puedo
olvidar eso porque yo soy otro sin nombre más. Aunque tambien acepto ser una oveja que no quiere ser
guiada por otra oveja, una que no deja admitir su amor hacia el rebaño. Y ese rebaño al
que pertenezco, ese inmenso grupo de seres que se debate entre lo que otros
decidirán, ellos precisamente son los que valen la pena.
El señor de la bodega continúa
con sus desconsuelos solemnes. No duda en admitir a sus compradores la crisis
que atraviesan todos los estómagos. Nosotros muy bien que la conocemos,
estamos siendo sometidos a la crueldad de no poder alimentarnos con lo que
queremos sino con lo que se encuentre. Nadie merece algo así, pero es lo que
hay. Este fenómeno es realmente el que debería comenzar a escasear.
Detesto desde lo profundo de mí
ser la idea deprimente de rendirme. Pretendo continuar con todas mis ganas hacia
un país mejor, uno en donde puedan vivir mis hijos, en donde la justicia vuelva
a dejarse ver la cara más seguido, con su ceguera natural por supuesto. También
detesto que se vayan todos, porque si es así quizás estos paisajes lleguen a quedarse solos. Más
bien quiero que vuelvan los de afuera, que se pueblen nuestros llanos alegres.
No más muerte, no más abandono. Confiar en que así será no sirve solo como una motivación, sino como la única
forma con la que podemos seguir con nuestras vidas.
Lo siento si no satisfago tus
deseos con decir esto, igual si no es lo que esperabas. Pero querías mi
opinión, y mi opinión es humana porque así decidí escribirla. Venceremos como
lo hicieron los próceres, los que nos salvaron, los que se sacrificaron por las
generaciones futuras que ahora nosotros representamos. Cuando entiendes el porqué
de tu sacrificio comienzas a levantarte en las mañana y a sentir los amaneceres
sin miedo.