-Contigo la inmortalidad es un café-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

-Es necesario escuchar música que nos inspire, que promueva experiencias inolvidables - dijo el muchacho haciendo gestos con las manos para explicarse mejor.

-¿Por qué tienes que ser tan hipster?- respondió ella.


-Nada de eso, es la verdad. Solo así alcanzas esa sensación de que tu vida es una película, de que no importa el trabajo o la universidad, las caídas y las gripes del alma. Solo interesa que eres el protagonista y habrá un final feliz.

-Sé de que hablas, solo que a veces no hay espacio para eso cuando uno quiere, tenemos que prestarle atención a otras cosas para poder sobrevivir.

-Lo sé, lo sé, pero estoy cansado. No quiero que todo sea en vano, que nuestros sueños se vayan lejos sin que podamos llegar a tocarlos.

Por fin (luego de un rato considerable de tardanza) llegó el mesonero con los dos cafés en una bandeja. La espera fue compensada con bonitas formas hechas en la espuma de las bebidas.

-Entonces- retomó ella- ¿Cómo piensas cambiar eso? Es lo que hay, lo que debemos vivir necesariamente.

-Bueno, he pensado que quizás lo importante es olvidar la trama de nuestra historia y enmarcarse en una nueva.

-Pero ya no serias tú quien vive su cuestión, así no me gusta.

-Fíjate bien, seguiría siendo uno quien desarrolle su historia, pero sería, precisamente, otra historia.

-Sigue sin gustarme la idea- aclaró la chica frunciendo el seño, incluso así se veía igual de bonita que siempre.

-Pues no quiero que mi historia siga atada a un trabajo al que no le confío plenitud. Por el contrario quiero viajar, intentar ser libre.

-La libertad se encuentra incluso en una oficina, es cuestión de que la comprendas realmente.

-Pero faltan cosas, no solo libertad. Últimamente la vida se me va entre redes sociales, semáforos en rojo, informes de fin de mes... Tú me entiendes, no quiero eso.

-Creo que lo que necesitas es reencontrarte, no intentar ser algo más.

-Eso podría ser lo que pasa.

Se hizo el silencio y por primera vez escucharon al pianista que ambientaba el lugar. Él la miro y sintió que toda esa conversación carecía de importancia. Estaba en presencia de su chica, ¿Por qué razón estaban perdiendo tiempo al hablar de sus tonterías existenciales? Cada minuto, suspiro, mirada y palabra dicha, debían ser aprovechadas mientras continuasen en compañía del otro.

-Más allá de eso, de cambios que busquen gloria y quizás solo nos lleven a la monotonía de una vida de oficina, de esfuerzos inútiles o fotografías que se olvidarán, lo importante es que sigues conmigo para sobrellevar todo. Quiero decir, estás aquí y ese es el mayor impulso que tengo hacia una vida diferente. De esa forma seremos inmortales.

Se miraron y aquel piano sonando de fondo fue precisamente el tipo de música que inspiraba a acontecimientos de película, que llenaba los sentidos y otorgaban la sensación de un final feliz. Ella, sintiéndose más enamorada que nunca de aquel bohemio asalariado, se limitó a tomarle la mano y decirle:

-Contigo la inmortalidad es un café.