-Cuerpo ausente-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Supongo que debo ser sincero. La madrugada asecha afuera y en media hora me pasarán buscando; entonces sí, debo ser sincero. Huiré para ser libre en otra jaula. Antes de que eso pase, dejaré esto por acá.



Nunca fui bueno realmente, malo tampoco, para este punto solo puedo asegurar que por lo menos fui algo. En Venezuela podrían catalogarme como un intenso. Yo me rio de la intensidad, solo por creer que no soy parte de ella sino su inventor. Me debato entre temas extraños, cosas que no pasan por la normalidad y sus parámetros. Pienso en el tiempo, en el espacio, en el amor de mi vida al que ahora dejaré. Todo lo que he hecho hasta ahora y lo que vendrá. Porque como sabrás, el futuro es un animal y acá está en peligro de extinción.

La maleta está hecha y espera a que yo le tome la mano. En su interior guardo los cuatro chécheres que he logrado tener en esta vida.  Se encuentra parada con orgullo porque yo me iré lejos a su lado. Me iré… es raro escribirlo. Aunque a veces olvidase por qué quería hacerlo y otras simplemente prefería no reparar en ello, me voy y un “para siempre” parece asomarse al final de la frase. 

Me molesto con facilidad con los que hablan mal de mi hogar, pero al abandonarlo quizás me convierta en algo igual o peor a ellos. Intento no pensar en la culpa, por lo menos no en estos momentos. Por eso me refugio en que me volví ingeniero y aún no he llegado a la primera máquina, la primera bomba, el primer motor, engrane o tornillo. Hasta no ejercer la profesión quizás no sea nada realmente. Yo no tengo la culpa, el trabajo nunca llegó, por eso sigo con un costal de sueños anclado al piso. El problema entonces no es mi hogar, sino quienes vivimos en él.

Emigrantes les dicen, exilados diría Cortázar. Bah, ya no se qué diferencia hay. Me voy de mi país en cuestión de horas y lo único que puedo pensar es en lo que extrañaré. Como el café y las cervezas, el chocolate, el pabellón, el calipso, Margarita y Upata. ¿Será que solo de eso consta el pertenecer a esta nación? Que egoístas podemos llegar a ser.

Ya dejé de inflarme el pecho con ese “pero volveré” que dan todos los que no quieren quedar mal. Solo me dejé llevar por la melancolía del momento, por ese impulso que tenemos todos de salir corriendo. Somos el resultado de errores, esfuerzos, generaciones inquebrantables y otras que se conformaron a ver el sol a través de filtros. Somos aquello que quedó después de que pasó este desastre. Lo curioso es que a partir de mi ida yo comenzaré a ser otra cosa.

Sin mirar atrás voy en camino al aeropuerto. Veo por la ventana del carro gente andando por la calle, montando puestos de empanadas, subiendo y bajando de autobuses, madrugando para que Dios los ayude. Yo vuelvo a ser egoísta y dejo de ver el paisaje por última vez en quien sabe cuánto, prefiero concentrarme en el cielo, ese que seguro es el mismo en todo el planeta. Ya es un hecho por supuesto. Me despido diciendo que probablemente nunca estuve aquí.