Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr
Sala de conferencias. 7:05 pm.
He tenido suficiente tiempo para
pensar en los acontecimientos recientes. Quizás por eso es que he dejado de
preguntarme qué estoy haciendo con mi vida para empezar a peguntar qué es lo
que está haciendo la vida conmigo. Buenas noches señoras y señores, sean
bienvenidos.
Pareciera que las leyes universales
de causa y efecto han dejado de funcionar. O tal vez estén mejor que nunca y yo
en realidad merezca lo que me está pasando en este momento, cada pedacito de
soledad y pena, cada pregunta sin
contestar, todo este enojo, toda esta frustración. Ahora solo hay ideas pesimistas,
pensamientos vagos y tristes, ligeros temblores en las manos. Me da vergüenza salir
a la calle y que la gente me vea en este estado. Preguntan qué tengo y dicen
que es raro verme de brazos cruzados, vestido de negro y con el ceño fruncido. No
entienden cuál es el problema de los que han llegado a ser verdaderamente felices,
que un día la felicidad se acaba.
Supongo que lo anterior no es
importante sino un intento de desahogo. Como si yo fuese un muchacho chiquito
para andar lloriqueando por lo injusto que es el destino. La verdad es que no
lo es, al contrario, el destino es perfecto en su funcionamiento. Reconocer eso
es contraproducente, hace aún peor la situación porque a nadie le gusta aceptar
que tiene culpa en lo mal que esté. Curiosamente las cosas siempre tienden a
salir mal, entonces todo termina por ser un círculo vicioso, una culebra que se
muerde la cola. Si mis enemigos supiesen que estoy aceptando eso se reirían de mí
porque precisamente lo negaba hasta la muerte. Ahora que lo he admitido debería
sentir algún tipo de liberación pero no siento nada. Eso, la nada, ha pasado a
llenarlo todo.
Ustedes han venido a este foro a
escucharme hablar de autoayuda, de cómo alcanzar la felicidad (que yo ya no
tengo) y de esa estupidez llamada inteligencia emocional. Luego de lo que he
dicho lógicamente estarán alterados y querrán que se les devuelva su dinero.
Los entiendo, soy un charlatán y no solo con ustedes sino con el universo mismo.
He fallado. Pretendí luchar por una causa perdida, una en la que creí
ciegamente sin reconocer que el problema no era que yo estuviese ciego, sino
que tanteaba en una habitación sin bombillo. Esa habitación tiene nombre de
mujer queridos amigos, sí, precisamente el nombre más bonito que ustedes
pudiesen imaginar.
Al final las fuerzas que nos
impulsaron hacia adelante alguna vez tendrán el mismo efecto de forma inversamente
proporcional. Quien te ayudó a llegar al cielo también puede dejarte caer
olvidando que no tienes alas. Se trata de libertad señoras y señores, de eso y
nada más. Sean libres, incluso de ustedes mismos. No sé si les sirva de algo este
tipo de tonterías, ténganme paciencia, sean los primeros en hacerlo. En fin, como
ya veo que se están retirando mejor me despido. Para quienes quieran
contactarme no les daré mi tarjeta, podrán hallarme en el mismo hueco en donde
la vida, esa que mencioné al principio, me dejó tirado.