Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr
Pesimismo, tengo conocimientos en
la materia porque trabajé en ese oficio mucho tiempo. Yo era de esos a los que
nada les gusta y todo les sabe. Te diré lo que ahora pienso, simplemente
no sirve para nada. Es un empleo que te va dejando solo, que cada mes te da un
bonus salarial de soberbia y al final una liquidación de soledad. Está
bien que sea así, los que nos desempeñamos en el área lo merecemos por no tomar
las decisiones correctas. Mi trabajo era simple, criticar lo que tuviese a mí
alrededor, quejarme constantemente de cualquier cosa (el sistema, la gente, el
país, la vida), y tener la certeza de que las cosas saldrían mal o por lo menos
no como mi ego demandaba. Mi cargo era analista
de situaciones. Se trataba de decir porqué alguna fotografía era mala,
enumerar los defectos de alguna banda de rock nueva, especificar las
deficiencias catastróficas de algún escritor, criticar por criticar a las
personas que estuviesen a mi alrededor. Será por eso que no me invitaban a los
cumpleaños o a ver alguna película.
Es difícil el trabajo de ser un
hater abnegado. El peligro está en que, no obstante el ego que ya se carga
encima, también terminas deprimiéndote. Cuántos nuevos profesionales de la criticadera
han resultado en estos años. Personas muy talentosas que prefieren gastar
energía y tiempo en pensar en lo que hacen o dejan de hacer los demás. Es patética la figura del criticón
y lo digo con completa libertad porque yo lo fui. En realidad uno solo busca llenar espacios vacíos,
inseguridades que suple proyectándolas en los demás. Como si fuese divertido,
como si la vida no estuviese corriendo y yéndose como para desperdiciarla en
algo tan contraproducente como buscar lo negativo de las cosas. Como si fuese
lo único que podemos darle al mundo, nuestra nube negra mojándolo todo.
Si se preguntan cuál es la actividad
que desempeño ahora para ganarme la vida respondería que soy un tipo tranquilo.
No me gusta otra cosa sino buscar un buen sitio para ponerme a ver las nubes
pasar o encontrar un árbol para mirar sus hojas desde abajo. Ah, también me
gustan las galletas. En fin, los detalles chiquitos de la vida que me llenan de
tranquilidad, que bastan por su belleza. Sin pretensiones, sin vanidades ni
explicaciones. Con la única carta de presentación de que me gusta vivirlos. Y
al final del día saber que yo también me basto a mí mismo, que lo que hago no
necesita de la aprobación de nadie y que en nuestros esfuerzos el único
argumento válido debe ser el amor.
Bien amigos míos, ahí lo tienen.
Si les ha servido de algo este video llamada es para que abandonen sus cargos,
le pongan una bomba a sus oficinas de hater profesionales y salgan corriendo a
cambiar las cosas. O no lo hagan si no quieren, es solo un consejo, no me vayan
a criticar por darlo.