Fotografía obra de Alejandro Hernández.
Las hormigas caminan debajo de mí
y yo las observo todo el día y toda la noche aunque muy pocas se detengan y reparen en mi existencia. Todas
están azaradas como pequeñas obreras; siempre con un camino distinto que recorrer,
siempre llevando una pesada carga sobre sus espaldas. No solo se sumergen de lleno en sus trayectos
sino también en las realidades que se inventan, así se enamoran entre sí e
incluso viven telenovelas de ilusión y desengaños. Algunas son ladronas y otras
policías, algunas son líderes y otras (la gran mayoría) son lideradas. Casi
todas son buenas y ayudan a mejorar el
roto mundo que habitan. Otras veces veo algunas que, bajo sus propios
intereses, actúan egoístamente y causan retrocesos. Es por estas últimas que
por temporadas me pongo gris de la rabia para después empezar a llorar por
largas horas, por ellas y su grandeza mal enfocada.