Final feliz


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Hoy es 31 de diciembre en el calendario gregoriano y yo soy un muchacho que es ajeno a la festividad de este día. Estoy metido en el cuarto, entre sábanas y con el aire acondicionado prendido. Escucho la música que viene desde afuera y tengo la puerta trancada con llave. Simplemente no quiero salir.


El final de nuestras guarimbas


Fotografía obra de VARL Audiovisual

Antes de emprender la caminata aquel 19 de febrero de 2014, pasamos por la casa de nuestro amigo Germán Mendoza, en el sector de Campo B. Al preguntarle si quería venir con nosotros, Germán negó a la propuesta argumentando: “lo que está pasando en Alta Vista ya no me está gustando, ahí pasará algo feo”. Su sentencia profética nos puso nerviosos, y cómo no, Venezuela atravesaba una ola de protestas y manifestaciones en contra del gobierno de Nicolás Maduro desde el 12 de febrero, estas habían dado pie a una fuerte represión por parte de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

Lorenz Wiedenmann, un hombre con estilo




Recuerdo que una tarde gris iba caminando a mi casa volviendo del trabajo; como había llovido, el camino tenía mucho barro y mis adidas Stan Smith blancos quedaron arruinados. Llegué buscando un tutorial de limpieza en internet que fuese en español y fue así como descubrí a Lorenz Wiedenmann.

Idilio en el exilio



Fotografía obra de Jaime Zarate. Fuente Original Flickr

Ven, amor mío,

llegó la hora de irnos.

Toma mi mano y apriétala fuerte

que vamos a lugares en dónde la nada lo es todo

y la felicidad nace en las cosas más simples.

Migrando atrás


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Algunas veces el pesimismo me viene a buscar en forma de pasado. Es que en la crisis de nuestras vidas los buenos recuerdos son un insumo importante, un artículo de primera necesidad. Como si de verdad todo hubiese sido perfecto o al menos no tan malo. Ese pasado es un holograma que no dejamos de idealizar, de alterar y condicionar a conveniencia con tal de que parezca feliz ante lo que vivimos hoy.

Una gran fiesta


Fotografía obra de VARL Audiovisual

Hoy es un día distinto, a primera vista parecería igual a los anteriores, a los más comunes, pero siento que no es así. Hay algo diferente en los colores de mi cuarto, en el movimiento de las hojas de los árboles afuera de la ventana, en los sonidos de la ciudad que me llegan; algo diferente en ese tipo de detalles. Y me pongo a pensar en qué será, en por qué sería especial este jueves tan jueves, y solo encuentro pistas confusas sobre mí mismo. 


Vivir contigo el final


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

Esto es lo último que escribiré en la vida, lo último que intentaré. Y es tuyo, todo tuyo. Igual que mi esfuerzo, mis alegrías y  tristezas. Esta noche, que también será la última de mis últimas noches, te quitaré la ropa lentamente, cuidadosamente, minuciosamente. Te pediré que me desgarres la mía y que luego, estando desnudos y acompañándonos en nuestra soledad, nos acerquemos mucho, muchísimo, más no del todo, tan solo sintiendo lo tibio de nuestro calor corporal. Cerca, muy cerca, pero sin tocarnos, más bien oliéndonos: yo tus flores, tú mi café.


Te lo prometo, humano


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Este cuento fue publicado
en la versión web de Papel Literario de El Nacional
en Junio del 2016

Al fondo suenan canciones inverosímiles. Se trata de una fiesta más en un apartamento más. El motivo de la reunión también raya en lo común: es la despedida de alguien que pasará a ser emigrante. Otro amigo que se va, algún talento que abrirá las alas en otros cielos. En la despedida estamos los que tenemos ese privilegio de ser llamados “gente cercana”. Con la mamá que de vez en cuando se va a la cocina para secarse lágrimas prófugas; el abuelo que también llegó a esta ciudad yéndose desde otra tierra; los tíos y tías dando consejos a quien partirá. Los hermanos y los primos son los únicos que faltan, ellos ya han partido por el lumbral del aeropuerto internacional con la mente rasgada de incertidumbre, aunque emocionados por la aventura. Tanta gente celebrando la nostalgia de un “nos vemos” indefinido, de un “hasta pronto” que en realidad tardará demasiado. Una escena de teatro que nos acostumbramos a repetir.

Burelli



Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr


No recuerdo qué edad tendría en esa época, intuyo que debían ser diecisiete, dieciocho o diecinueve debido a la forma descontrolada en la que me enamoraba; solo en esos años se sufre con cierta exageración los procesos de querer a una persona y todo se confunde con amor verdadero, luego pasa el tiempo, vienen las rupturas, los abandonos, y entiendes que las eternidades juradas durarían muy poco.


Viajé para verte



Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

Intentó recordar momentos importantes de su vida tales como el día en que empezó la universidad o la vez que se hizo el primer tatuaje. Con esfuerzo, incluso cerrando los ojos, solo logró ver sombras borrosas. Era un hecho, sufría de un padecimiento que afectaba directamente su memoria, pensó entonces que lo mejor sería ir al médico.


Locas, queridas locas



Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Mi mamá está loca, supongo.
Pero no más que Venezuela, supongo.


Por amor y desamor


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

No entiendo la poesía
Ni de versos ni estructuras
Sé que es rabiosa y profunda
Pero porque lo he oído mencionar
Siendo más sincero,
muchas veces solo finjo que me gusta.
La leo, sí, lo intento, sí
pero tantas veces resulta confusa.
Y me siento triste porque me siento bruto.
Aún sin saber de los crepúsculos ni las uvas de Neruda,
me aventuro a intentar escribirla
Pero recuerdo a Bolaño clamando a mi casta
"no todo el mundo es poeta,
cualquiera puede escribir prosa, cortarla y ya tiene un poema;
eso no es poesía,
pero vaya, eso no es poesía"
Y vuelvo a sentirme bruto y ahora hasta pobre
porque nunca seré capaz de emitir sonetos, décimas ni cantos,
y quedo encayado en la orilla del mar,
varado en el otoño perpetuo de un bosque olvidado,
vacío y perdido en la añoranza.
Con lo peor,
con lo más triste,
con la imposibilidad de escribirte a ti, querida mía, un poema si quiera.
Para hacerte sonrojar, reír, soñar,
para enamorarte un poco más de lo que estuviste ayer.
Es por amor que buscamos escribir y por desamor que lo hacemos mejor.
Qué compleja es la vida del antiartista,
del que quiere y no puede,
del iluso que no logra llegar a las entrañas del universo,
tomar ideas,
convertirlas en las palabras precisas,
organizarlas en versos con estructuras,
y martillar un poema.
Es mi caso, tal vez, quién sabe,
pero por ti, belleza de mis ojos, lo intentaría mil veces.


Reportaje: Relatos de Acero

Creo que muy pocas veces (quizás ninguna realmente) he mencionado cuál es la carrera que estudio. Pues bien, acá el misterio revelado: curso los últimos semestres de Comunicación Social. En el pensum de mi Universidad, luego del ciclo básico el estudiante opta a dos especializaciones, de esa forma, puedo decir orgullosamente que he concluido la primera de estas, la Concentración de Periodismo. Entonces, ¿soy un periodista? La verdad no lo creo. Algo que sí he dejado claro antes es la necesidad de practicar con disciplina un oficio a fin de ser conocido como alguien que lo represente. La única vertiente del periodismo en la que me he involucrado ampliamente es el periodismo institucional, es decir, su lado más corporativo. Tomando en cuenta esto, culminé exitosamente la Concentración de Periodismo con la aprobación de mi trabajo final el cual se centró (y cómo no) en una de los íconos de mi Ciudad Guayana: La Siderúrgica del Orinoco C.A (Sidor). 

Quise mostrar a las personas de nuestra olvidadiza actualidad, aquellas que no apartan los ayeres por lo vertiginosos de los ahoras, que existió una época distinta de progreso e innovación en la que el sector industrial de Guayana se levantó y colaboró en la formación de una Venezuela mejor. En este proceso, hombres y mujeres dieron su esfuerzo e ingenio para lograr que una empresa como Sidor lograse en la década 1970 metas increíbles. Les presento el reportaje Relatos de Acero, espero que aquellos que se tomen la molestia de leer estas páginas den con verdades desconocidas.


Ya no quiero verte más


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

-Creo que tuvo suerte de morir esta noche.

Memorias anticipadas


Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño

La primera vez que vi a John yo debía tener 19 años y él tres más. Fue en un cortometraje universitario  en el que estuve como extra y él quien lo grabó. Recuerdo que llegó tarde, o quizás yo lo hice demasiado temprano. Pero esa no fue la vez que nos hicimos amigos sino mucho tiempo después; sea como sea, fue una suerte. Rara vez hablábamos de la muerte y otros temas importantes. Preferíamos películas, música y animes trascendentales. Siempre admiré su forma de ver el mundo y sus capacidades de abstraerse del entorno. Aún nos puedo ver recorriendo carreteras con destino a Puerto la Cruz, a Caracas, a su Ciudad Bolívar desde mi Puerto Ordaz. John llegó incluso a ser mi profesor en la cátedra de Cine de Ciencia Ficción y las ideas de aquel curso florecieron en Into the Blue, otro cortometraje, con él como director, yo como uno de los guionistas y ambos actuando. Durante aquel mismo período de tiempo también fue corrector de mi segundo libro y hasta diseñó su portada. Una puta locura. No sé de dónde sacábamos tanto tiempo pero exprimimos la savia a nuestra juventud. Hicimos, deshicimos, y volvimos a hacer un montón de chécheres que ya son historia.  Pero jamás faltaron las comiquitas o las nuevas series que iban saliendo, el contarnos nuestras cosas o acompañarnos en las desventuras amorosas que cada uno tenía.  Aunque yo ya tenga mucho tiempo sin fumar, extraño los cigarrillos nocturnos en el balcón de su apartamento de Alta Vista. Extraño también las cervezas frías, los dulces, los almuerzos de pasticho o pasta a la suiza que compartíamos. También extraño a Vero, a Pancho, a Samuel y tantos otros amigos. Sufrimos el destino de las generaciones fracturadas, de los aviones de papel en medio del huracán. Pero John me decía que todo saldría bien, que yo mismo se lo había dicho muchas veces antes. Ahora que lo pienso, el escribir memorias anticipadas hace parte de eso: reivindicarme que las cosas resultarán de mejor manera, que lograremos sobrevivir.


Chega de Saudade | Clara Cover

Clara me regaló esta canción en abril y yo le regalé esta acuarela en mayo. Es una bonita historia.



El extrañarme


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

Extrañar es una desgracia.
Pero a mí me gusta extrañarte.
La ausencia que me dejas.
Tu lado vacío en la cama,
los flashes de tus ojos que me han dejado ciego
y el eco de tus canciones en el aire del cuarto.
Me gusta cuando te vas y no te tengo.
El anhelarte con euforia,
con locura,
con tristeza y ansias de que vuelvas.
Soy el amante más grande que has tenido,
también el más raro.
No quiero encerrarte para mí solo.
Prefiero verte libre bailando,
prefiero que deslumbres a todos con tus pestañas.
Porque en la libertad te siento más mía que nunca.
Y yo soy tuyo aunque no pienses en eso.
Lo seré así no quieras.
Disfruto cuando te vas al trabajo y estás apurada por el retraso.
Cuando veo la última estela del batir de tu pelo al salir de la casa.
Tiene belleza la desgracia de que te alejes.
Tu olor a bosque llenando la sala estando tan lejos.
Lejos, como ahora.
Y te evoco, te invoco, te convoco.
Ya sea en fotos del celular o en pensamientos que miran el techo.
Ya sea en el espejismo de tu risa detrás de la puerta.
o el fantasma de tus manos cuando apago la luz.
La verdad es que eres más mía cuando menos te tengo.
Muy mía, tan mía.
Y lo repito como idiota porque sí.
Yo soy tuyo hasta siempre.
Mis lunares, mis venas agitadas.
Y me desconsuelo buscándote en los cielos coloridos de esta ciudad.
Me gusta extrañarte.
Recordarte.
Soñarte.
Sentirte en las vísceras aunque no estés.
Aunque escuche las llaves girando el seguro
y te vea volver llorándome.
Porque ya no estoy vivo.
Y tú sufres el extrañarme.

Desencuentro vespertino



Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Me gusta ver desde un balcón luego de que ha caído la lluvia. Los colores se hacen más profundos, las ideas más melancólicas. Y entre nubes grises, carros surfeando charcos, perros mojados que se sacuden, me pierdo yo también.


Olor a tierra



Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Yo los vi cuando eran apenas una parejita recién casada. Él usaba un liki liki curtido y ella falda y blusa de colores opacos. Iban en alpargatas andando por las llanuras de San Juan. Y caminando. Caminando sin detenerse a mirar la antigua provincia que dejaban en el pasado, caminando por sendas hacia la República perturbada que apenas se levantaba. Y mientras tanto se oían rumores de nuevas guerras, nuevos ideales, nuevos caudillos. Y el mismo resultado: muerte sin un sentido. Ellos avanzaron durante años cargando esa realidad en las pupilas, en las ojeras hinchadas por no poder dormir tranquilos. Por eso no volvieron a las ciudades, prefirieron los caminos. Él le ayudaba a cruzar quebradas, ella le hacía masajes en los hombros de noche. Ella le curaba las heridas en los pies, él le cantaba las pocas canciones que se sabía. Estaban solos, pero juntos. Y fueron fuertes, y fueron valientes, mientras atravesaban el territorio insondable que solo Dios conocía porque lo había creado. A veces perdían el camino y no lo encontraban sino hasta pasado días o incluso semanas. Eran libres, verdaderamente libres. Hacían el amor en la noche, bajo la luna, bajo las estrellas, con la amenaza de los jaguares y los demonios nocturnos de la sabana. Pero ese amor era más grande que cualquier amenaza y al día siguiente, entre miradas sonrientes, reemprendían el viaje. Se unían a jornaleros solitarios con sus hordas de burros y gracias a  ellos se enteraban del devenir nacional. “Se montó tal en el poder, lo bajó este otro, y se montó tal o cual”, contaban. La silla de poder era constantemente usurpada por guapos sin razón ni norte, esos que solo querían poder. Un principio muy latinoamericano, muy criollo. Ellos seguían sin prestar mucha atención, ya el destino del país les era indiferente. Olían a tierra pura, como si ella los hubiese parido. Cuando los años pasaron se institucionalizó el ejército. Y fue ante una caravana de soldados en donde terminó la historia. Los encontraron una noche abierta mientras cenaban un venado cazado,  fue la hoguera prendida lo que los delató. Los soldados pidieron vino, pero ellos solo tenían agua; pidieron comida, pero no quisieron el venado; finalmente, pidieron dinero, pero ni siquiera reconocieron las viejas monedas de plata que se usaban en la colonia y que hacía tanto se habían dejado de usar. Sin encontrar algo más, pidieron a la mujer. Ante la defensa inútil del hombre, lo mataron con la punta de la bayoneta. Ella apenas y pudo gritar cuando el arma también le atravesó el costado. No hubo jaguares ni demonios nocturnos que fuesen tras esos soldados, no se hizo justicia ni se vengó lo que debía vengarse. Fue una historia anónima contada por un viejo árbol que se presenció todo. Cuentan que en la noche, cuando la luna está clara, se ven las siluetas andando y se escucha la voz del hombre cantándole a ella, su única patria.

Nadie, ni yo mismo


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Algo había cambiado en la ciudad. Lo supe con el primer pedazo de alambre chamuscado con el que me tropecé y que por poco me hizo caer. Y en la mitad de las calles: un montón de escombros, bolsas rotas regando basura y cauchos ardiendo en hogueras solitarias. Nada era como antes, al menos no como lo recordaba.

Confesiones sentimentales y kamikazes


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

No estoy triste

pero sí tengo ganas de estarlo.

Poema de Miguel Otero Silva| Encrucijada (Fragmento)

Muchos de mis amigos saben lo mucho que me gusta Miguel Otero Silva. A este intelectual venezolano, lo considero, más que un modelo a seguir, uno de mis héroes. El siguiente vídeo tiene el fragmento final de su poema "Encrucijada" y es narrado en su propia voz. Espero que les guste:

Así me gustas


Fotografía obra de VARL Audiovisual

Te he querido de tantas formas, con todos los matices. Con miedo, con pasión, con el amor de todos los amores. Pero también con figuras inentendibles como la sorpresa, la calma, el espanto. Como las grajeas de todos los sabores, te he querido.  En terrenos emocionales equidistantes entre sí, como la ternura de verte bailar y la rabia de entender que no soy libre pues mi destino está sellado al tuyo. Aun así, seguir deseando estar a tu lado cada mañana de domingo, todas las tardes nostálgicas en las que cae la lluvia.

23, como Jordan


Fotografía obra de VARL Audiovisual

Hoy cumplo más años de los que realmente cumplo. Según la cédula son 23, como Jordan, aunque haya nacido viejo, como Benjamín, y aún tenga la misma cara de adolescente y los mismos 57 kilos de siempre. Llego a un punto indefinido, no sé si he logrado mucho o muy poco todavía. Sé que he sido feliz varias veces, también he podido estar tranquilo, tener paz, aprender y buscar lo que he querido. De lo malo no quiero hablar ahora. Los recuerdos me caen encima como hojas secas y yo sigo debajo del árbol. Lo que soy, lo que tengo. Mis amigos, mi familia, mi ciudad y país. Mis despedidas, mis promesas. Mis cafés al alba, mis cigarrillos olvidados. Los post, las acuarelas, los vídeos, las poesías, las actuaciones (en teatro, en cortos), las entrevistas,  los fanzines, las reseñas, los boletines, las notas de prensa; las antologías de un guayanés, las vivencias acumuladas y regulares locuras, los cuadernos que huelen a polvo, el Dante Merino; tanto de eso soy ahora, y aun así todo me parece ajeno. Como si lo hubiese vivido otro, como si todo fuese realidad virtual.

Una vida en primavera


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

El chispazo que me dio la vida fue un rayo que rompió el cielo y siguió a través de mi cuerpo hasta las profundidades de la tierra negra.  Dios tenía el plan complejo de que yo tuviese plena conciencia de mí alrededor. Que sintiese el calor del sol que, más que vida, me secaba y tornaba sepia mis hojas caídas; de la humedad que me rodeaba las raíces ancladas en las profundidades. Estaba condenado desde el primer instante, era un náufrago lejos de la humanidad aunque cada día me pasaran por el frente los visitantes que paseaban por el parque. Mi destino estaba maldito.

¡Hice un poemario! Mira cómo es:

Poemario: Con los pájaros.

Haciendo corto el cuento, realicé este poemario para participar en un concurso de poesía realizado por los Buscadores de Libros, a quienes agradezco profundamente por una iniciativa tan bonita y por incentivar la literatura en mi ciudad, Puerto Ordaz. Espero que les agrade:


Brokers: un puente hacia el dinero




El ecosistema económico mundial cambia constantemente y en la actualidad las personas comunes le están perdiendo el miedo a nuevas plataformas que permitan invertir en la bolsa.

Pero, ¿cómo hacerlo? Teniendo en cuenta que no todos poseen los conocimientos necesarios, una de las maneras más viables es utilizar brokers como intermediarios.

Séptimo aniversario


Fotografía obra de VARL Audiovisual

Me gusta pensar en los efectos a tus causas en mí como una cosa mística, mágica. Es que yo, que soy un tipo solitario que no tiene muchos amigos ni ganas por conseguirlos, siento a tu lado la compañía de un estadio de futbol en la final del mundial. Es increíble, realmente increíble, la forma en la que modificas mi carácter complejo, tan lleno de inseguridades y altanerías; me desprogramas y cambias de eje con la sabiduría de tus consejos milenarios, palabras cariñosas y, sobre todo, una paciencia incondicional en medio de mi tormenta.


Eso es lo peor


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Despiertas sintiendo la angustia del día anterior. Incómodo, con dolor de espalda y ardor en los ojos. No has salido de casa en varios días pero te tiene cansado lo que ves por la computadora: las fotografías, los vídeos, esas noticias que estremecen. Y es que duele, duele mucho. Duele el país y la gente, y es que qué es un país sin su gente sino un pedazo de tierra.

Hablando sobre libros | Opiniones y recomendaciones

Hice este vídeo para conversar sobre libros que me gustan mucho, entre otros temas relacionados. ¡Feliz día del libro!

Catarsis sin propina


Fotografía obra de VARL Audiovisual

Yo lo había visto desde su entrada triunfal al café. Buscaba refugio a la lluvia que caía afuera y era indiferente al mundo que lo rodeaba. Fue hasta una mesa apartada junto a la ventana y tomó asiento. Tenía ojos nocturnos que se imponían como lanzas de soberbia y vanidad. Pero no era soberbio ni vanidoso, era amable y educado pero con nadie quería hablar en esos momentos. Su expresión llevaba la tristeza que solo los triunfadores llegan a sentir, esa que parece más profunda que la de los demás. Al momento de ordenar, dejó al descubierto un acento extranjero difícil de descifrar pero que le bastó para pedir una torta de cacao y un canelado. Sentado junto a la ventana, no tocó la bebida ni el postre por un tiempo y luego, resignado, los consumió mientras miraba la calle con los goterones golpeando el cristal. Quizás esperaba que alguien viniese pero esa esperanza se había desvanecido. A su al rededor, nadie le prestaba atención, había ruidos de tazas golpeando, risas y murmullos, con los éxitos de Sinatra en versión bossa nova sonando de fondo. El ambiente en general era bastante bonito, pero a él no le importaba. Se mantuvo refugiado en sí mismo y en su conflicto, aparentando ver a las olas grises del cielo, los transeúntes con paraguas caminando rápido. Y de repente sonrió y dejó al descubierto sus dientes de europeo, y seguramente el clima era controlado por su estado de ánimo puesto que dejó de llover y un halo de luz atravesó las nubes. Algo había descubierto en su meditación de cataclismo. Fue allí que se levantó de la silla, tomó sus cosas y salió del café. Fascinado, fui hasta su mesa y solo un papelito escrito yacía en la superficie rezando: «Ya no tengo miedo. Me siento diferente, me siento bien». Entendí que realmente todo aquello había sido la escena de alguna película traspasada a la realidad.  Me sentí bien por él, tan bien, de hecho, que no importó tanto que descontarán de mi sueldo la torta y el canelado porque se había ido sin pagarlos. 


Una décima antes de salir


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Afuera hay una guerra
Quién puede negarlo
Si desde hace mucho se está peleando
Hoy la calle aterra
Pobrecita sea esta tierra
Dicen las personas mayores
Y en los jóvenes hay temores
Pero no más que valentía
Para darlo todo cualquier día
Y superar estos horrores.

***

Pretérito imperfecto


Fotografía obra de VARL Audiovisual

Dicen que cuando caminaba levantaba tras cada pisada las hojas secas del suelo. La gente inventa mucho, la verdad es que uno ni siquiera podía ver lo qué había a su alrededor, no era posible enfocar el fondo más allá de su contorno. Otra cosa cierta es que le gustaba ver el cielo nocturno, nombrar sus estrellas e identificar las constelaciones. Júpiter, Spica, Orión, Tauro. Creía en el efecto que causaban los astros con una solemnidad devota.  Tal vez por eso era como una lechuza, vivía de madrugada y dormía de día. Esto último con la delicadeza de una doncella medieval, pero también con el ceño fruncido, por si acaso alguien llegaba a dudar de su carácter. Cuando despertaba se estiraba como un gato y cerraba los ojos con fuerza, solo para volver a esconderse entre las sábanas buscando a Morfeo un rato más. Es la única persona que he conocido que recordase de tal forma sus sueños, con un nivel de detalle ínfimo e incluso difícil de creer.

Marcas invisibles


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

Esto parece un sueño, demasiado onírico y radiante para ser verdad. Pero está pasando, se encuentra frente mí y yo frente a ella. Recostados casi al borde de la cama,  junto a un abismo del que podríamos caer sin que importe el golpe con tal de que sigamos juntos en el suelo.

Viaje al más allá


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

La vida se va tranquila, sin prisa, entrando por un portón grande y sin mirar atrás.
Él se queda inmóvil en la acera de enfrente.
Sin saber muy bien qué hacer a continuación.
Intentando calcular las magnitudes.
Pero los sentimientos no se miden.
Comienza a caminar.

Exposición del can


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Algo había en la mirada de aquel perro callejero, tan fija en mí, concentrada, que parecía buscar algo, o quizás, con pleno conocimiento de lo que había encontrado. Yo no me atreví a moverme, no solo por la perplejidad sino por el miedo que me daban esos ojos infinitos y el colmillo que se asomaba. Pero no era morderme lo que quería, sino ser un mensajero de la providencia. Hurgó en mi alma como un forenze el cuerpo de un muerto. En esta ocasión, el animal había casado al hombre. Y yo, sin resistirme, entregué todo mi ser a aquel perro que se había aparecido de repente luego de que la borrachera me tumbase para atrás en una acera. Y al levantar la vista, allí estaba, observándome en silencio, como un fantasma nocturno o el diablo transformado que contaban las viejas historias. Acaso querría decirme algo, darme algún mensaje. Ya para entonces había visto algunos imposibles y  tan misterioso era el perro que daba la idea de que en cualquier momento hablaría.  Esos ojos de azabache me escanearon la vida sin necesidad de moverse, me exploraron el espíritu y dejaron más vulnerable que nunca. Y con el mismo aire espectral, el animal salió de su trance y recobró el movimiento. Se alejó algunos pasos hacia atrás y continúo su camino por la vereda.

No pude levantarme sino hasta entender que aquel suceso significaba, de algún modo, una señal destinataria. Sea como sea, el encuentro me sirvió para volver a mi gran pasión: la pintura. Gracias a esta historia es que es posible inaugurar esta exposición a la que ustedes cordialmente han venido. La semiótica cósmica existe en los acontecimientos. Yo, por ejemplo, no he vuelto a beber vino tinto con tanta frecuencia. 


Un lugar seguro



Fotografía obra de Génesis Pérez 

Vine a un jardín inmenso a pensarte libremente porque se supone que te estoy olvidando. Es gracioso, ese olvido que se hace difícil cada vez que recaigo en algún recuerdo nuestro, de los que construimos. En el mundo que hay fuera de este vergel no me permito hablar de estas cosas, debo parecer desinteresados respecto a todo lo que te concierne, ello nuevamente por la necesidad de olvidar. A veces, sin embargo, necesito de estos recesos, venir a este sitio intentando descargar emociones. Lo escogí porque a menudo la naturaleza insiste en recordarme a ti, tal vez tú seas una extensión de ella, supongo. Hojas secas y madera, por ejemplo, cuyo olor me transporta al que destilaba tu cuello. También vine a curarme de las fiebres que me han dado desde que ya no hablamos. Tengo tanto para decirte… tanto qué contarte. En vez de eso debo confórmame con hablarle a esta fuente que escupe agua clarita, como tú, y que de alguna manera siento que puede conectarnos. En tal caso, si puedes escucharme ahora, debes saber que mi cuerpo ha empezado a transformarse. En serio, mi espalda es arena, mis ojos mar, mi cabello palmeras y mis pies corales. No te gusta tanto la playa, lo sé, pero verás, de esa forma podré fusionarme con el caribe e ir hasta la ciudad portuaria en la que vives. Quizás no me reconozcas porque llegaré con un sombrero traveller blanco, una guayabera del mismo color y unos lentes oscuros. Apareceré frente a ti sin que tú me hayas visto, te tomaré los cachetes y te besaré profundamente, con la energía de mi alma, con todo este amor que ha estado encerrado. Será un momento maravilloso, allí sentiré como la madera de tu esencia arde llenando mis pulmones con su fragancia. Y no sé qué pasará luego, quizás reacciones y me pegues una cachetada o me mires y sonrías o no digas ni hagas nada. Quién sabe. Estos son el tipo de escenarios que normalmente no me puedo permitir pensar, porque tú estás allá y yo aquí, tan separados, tan distantes. En mi caso soy muy poco desde que no tengo la aurora boreal de tu pelo alegrando mis amaneceres. Esas mañanas en donde decías que tenías cara de dormida mientras yo alucinaba porque me parecías más bonita que nunca. La verdad es que el intento por apartarte fuese posible si no viniesen los pájaros a cantarme con tu voz o los atardeceres no se pareciesen al tuyo. ¿Ves? Realmente lo intento, pero es complicado. Creo que ya quieren cerrar el parque. Olvide mencionar que este es el mismo en donde te pedí casarnos sin papeles, qué mañana tan bonita fue esa. Me iré entonces. Pero antes, una cosa más: te pienso, te extraño, te cuido, te quiero, te anhelo, te susurro, te siento, te sonrío, te llamo, te tengo. Por eso es que el olvido se olvida.


Dirección sin brújula


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

Preguntaron qué era lo que buscaba en la vida y no respondí nada. Nunca lo había pensado con detenimiento, supongo que soy parte del conglomerado de gente que vive por vivir. Es así, no me reconozco mí mismo como el héroe de la historia, mi formato es estándar, común, corriente. Entonces, qué es lo que un tipo como yo puede buscar.

Cartas a nadie


Fotografía obra de VARL Audiovisual

Me gustaría decir tantas cosas, todas las palabras que existen, todas las oraciones compuestas, en varios idiomas si es posible, para explicar cuan confuso es todo después de ella. Luego de que al fin se llega un cielo distinto llevado de su mano. Luego de sentir que moriría de felicidad porque el momento vivido no podía ser tan perfecto, por presentir que algo debía salir mal. Y así ocurrió, se fue, yo me quedé, cuánto se sufre luego del amor.

Por siempre jamás


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

Qué puede saber un hombre del verdadero amor
si ni siquiera sabe de sí mismo.
Qué puede saber de besos, abrazos, caricias,
si aunque ya ha dado tantos aún no se funde a través de ellos.
Qué puede saber ese tipo del tiempo de un romance,
si no ha contemplado la eternidad en un par de ojos.
O del espacio,
si no hace de cualquier sitio su hogar con tal de estar con la otra persona.
No sabe qué es el dolor,
porque nunca ha llorado por la perdida.
Ni conoce lo que es ser vulnerable,
porque no se ha visto solo con su silueta alejándose.
No sabe de noches inolvidables al teléfono, de árboles y hojas secas.
No sabe de cartas colores sepia, de palabras sinceras y risas anhelantes.
Y yo, que he amado hasta perderme a mí mismo sin ella,
no tengo mucho más de qué hablar.
Sino soñar.
Con tenerla a mí lado otra vez.
Para así saber una vez más lo que es el amor.
Aunque verdadero amor es lo único que sembró.
Y en mí se quedará.
Por siempre jamás.


El hueco en dónde caí


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

El fondo del fondo es el piso de mi cuarto. Frío, duro, infinito. Aquí he dormido las últimas noches y he pasado los últimos días. Aquí he conocido que la peor parte de mí mismo es el instinto de autodestrucción. Me acaba desde adentro, poco a poco, contundente. Me acaba usando mi propia voz en susurros, incitando a lastimarme. Llegué buscando salvación, me alejé del mundo, de mi familia, de mis amigos, de cualquier cosa, y me encerré. Quería huir, estar solo. No contaba con que yo sería mi peor compañía.

Tristeza monárquica


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

-¡Mi reina! ¡Mi reina!- gritó el rey- ¿Dónde está mi reina?

Con los pájaros, mi otoño



Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots


Te extraño.
Como extrañan los fantasmas su vida.
Y es que tú me hacías sentir vivo.
Como extraña el tiempo verse en relojes.
Y es que quería pasar contigo mis horas.
Todos mis días. Todas mis noches.
Para bailar juntos las canciones prometidas.
Para cumplir mi promesa de tenerte para siempre.
Te extraño.
Y ojalá no te tuviese tan dentro de mí.
No llevarte en mi espalda. En mis lunares.
Ni soñarte, ni pensarte al despertar.
O hacerlo incluso cuando tengo la mente en blanco.
No se puede. Ni se podrá.
Porque fuiste más mía que tuya.
Y ahora que te fuiste yo no puedo ser de nadie más.
Me duele esto. Perderte por mi estupidez.
Te extraño.
Y no sé qué hacer para recuperar nuestro otoño.
Para dar contigo entre el dolor.
Para dejar atrás la añoranza y volver al "juntos".
Qué hacer con esto...
Nada, como la nada que soy sin ti.
Mientras veo los pájaros yéndose lejos.
Llevándote con ellos.
Lejos.
Sin poder alcanzarlos.
Lejos.
Mientras te sigo extrañando y viéndote volar.
Yo sigo aquí, enjaulado.